14 jul 2010

Plastilina Mosh, Juan Manuel, 14 de julio 2000



En Julio del año 2000 yo era un adolescente que escuchaba a Nirvana todo el día, lleno de hormonas de 17 años. Para aquel entonces yo ya había escuchado todos los discos y no entraría mi siguiente banda de fanfromhellismo, Pearl Jam, sino hasta el 28 de julio, cuando compré el Ten en la venta del 2x1 de la Comercial Mexicana (el otro fue el In a gadda da vida de Iron Butterfly). Esas ventas eran maravillosas, era increíble ver a un padre de familia cargar una torre de 15 discos (que incluía a Lucerito, Chente Fernández, Sentidos Opuestos y Moenia) nada más porque estaban en oferta, la gente se peleaba durísimo, y para el adolescente alternativo que quisiera algo, simplemente no había nada (a menos que quisieras el último de Limp Bizkit o Korn). En fin, otras bandas de las que había sido fan antes ya no me interesaban, un nuevo disco de La Lupita, Jamiroquai o Beastie Boys ya no me decía nada (el Paul’s Boutique había sido demasiado old school para mí, a la fecha no recupero mi amor por Beastie Boys), sin embargo, había un disco anunciado para el 14 de Julio que me generaba la mayor de las emociones, pero así, en serio: el segundo disco de Plastilina Mosh, Juan Manuel. De toda la música que me gustaba, Plastilina Mosh era la única banda en activo que aún lanzaba discos, y esperar el disco nuevo de una banda en activo me emocionaba mucho, porque representaba estar en el lugar y en el momento en que pasan las cosas (y prueba de ello es este post).


TIMBALERO PA’ BAILAR

Me gustaba Plastilina Mosh. A la fecha es de mis grupos favoritos ever. Me empezó a gustar en la secundaria, era 1998 y yo compré el cassette el mismo día que inauguró el mundial de Francia 98, recuerdo que iba con un amigo, pero no recuerdo cuál, veníamos saliendo de la secundaria. Yo tenía cable desde hacía medio año y había sido expuesto a Mr P Mosh, Afroman y Monster Truck lo suficiente para entender lo groovy que era. Cuando lo compré escuché Niño Bomba como 15 veces antes de dejar que el cassette siguiera su curso. A los matones de mi salón les gustaban cosas tipo Caifanes, Molotov, Los Estrambóticos o la de Gallito Inglés de Zurdok, pero a nosotros, los cool del salón, los que no éramos matones pero sabíamos de qué lado mascaba la iguana sabíamos que Plastilina Mosh era la onda. Cuando llegué a la prepa, en medio de un mar de freséz y buenondismo, todos mis compañeros me hacían burla de que me gustara, y eso incluía al MarioFlores, que llevaba 12 discos de Metallica diarios para prestar a quien se dejara. Se burlaban de la profundidad de las letras de Mr P Mosh…. y nada más. Cuando escuchas el primer disco te das cuenta que las pocas canciones que fueron ampliamente radiadas eran éxitos pop contundentes que, no obstante, estaban sujetos al escarnio de los rockeros de mal gusto del gremio (una carta de un lector de la revista La Mosca en la Pared los llamaba niños que juegan con el sinte que les trajo Santa, y pedía a Marilyn Manson en portada), sin embargo, una vez que ponías atención te dabas cuenta también de un revolcado sentido del humor y, sobre todo, de una calidad musical pocas (pero pocas) veces vista al sur del río Bravo. Ejemplos de esto: Ode to Mauricio Garcés, Banano’s Bar, Bungaloo Punta Cometa, Aquamosh o I’ve got that Milton Pacheco kinda feeling (melancolic mix) remix, que eran, básicamente, algo entre jazz y lounge. Eso no iba a cambiar que mis compañeritos lo aceptaran de mejor manera, por el hecho de que estas canciones no sólo no eran radiadas, sino completamente ignoradas por ser poco comerciales. Durante una pequeña temporada, cuando el Aquamosh ya estaba de salida, intentaron pasar Banano’s Bar, sólo en la radio, como quinto sencillo, pero ya la gente no quería saber tanto. Esto ha pasado en todos sus discos (muy probablemente sólo conozcan Peligroso Pop y Oxidados del Hola Chicuelos, mientras que canciones del tamaño de Keepin’ Strong o Garret Club son prácticamente desconocidas). Cuando estaba por salir el Juan Manuel, dos años después de Aquamosh, yo estaba en una etapa pro-Nirvana casi intolerante, pero no podías olvidar el coolness que representaba Plastilina Mosh, ni siquiera cuando usas pantalones rotos y franelas. En aquellos tiempos yo estaba en una situación ene veces más complicada: adolescente que descubre el rock en un ambiente hostil y se siente creativo e incomprendido. El día que salía a la venta había tablas gimnásticas en la escuela y debíamos ir a ver una obra de teatro culera a unas cuadras. Siempre me ha gustado pensar que Plastilina Mosh es una banda de la que todos sabemos, pero la verdad es que es un pequeño secreto del que nadie quiere hacerse responsable.


JUAN, JUAN MANUEL, JUAN MANUEL, EL, EL

Durante el tiempo de promoción previo al lanzamiento de Juan Manuel y a raíz del éxito que había tenido el Aquamosh, Plastilina Mosh probó su éxito megacomercial por cerca de un año más o menos (es decir, salir en TV abierta y similares), mismo que perdería después del mismo (por razones que veremos más adelante). Aunque blanco del odio televisivo más justificado, Otro Rollo, de Adal Ramones fue, quizá, el mejor escenario para quienes recordamos con melancolía los momentos de megaéxito de Plastilina: su presentación en vivo de Niño Bomba para promocionar su primer disco y de Human Disco Ball para el segundo estaban llenas de ruido pero ‘sofisticado’. Recuerdo que esa vez regalaron una caja con las portadas del disco y demás memorabilia y yo no llamé porque me daba güeva pensar en que, de ganar, debería ir hasta Televisa. Dicen que Plastilina Mosh en vivo es la mitad de bueno, y puede entenderse porque los discos están hiper-producidos, pero esas presentaciones en Otro Rollo eran sensacionales, tenían garra, pero no garra de músicos que quieren que se les escuche, sino de los que saben lo que hacen y saben que no se les va a reconocer como tal. En su plática con Ramones hablaban de Cerveza Sol, Nintendo 64 y sus amigos, y el mismo conductor de cachucha tenía que desviar las preguntas a cosas más ‘genéricas’. En los alrededores de mi escuela había carteles (era Coyoacán, recuerden), y en Telehit pasaron, una sola vez, un minidocumental (el cual puede ser adquirido con el DVD de videos de Plastilina Mosh que puede conseguirse en casi cualquier Mix-Up) en el que buscaban a Juan Manuel en los alrededores, ya saben, casas de Monterrey con jardines frondosos al frente, manejando en troca a velocidad lenta. Iban de lado a lado preguntando por Juan Manuel, y terminaba con la tonada de Nordic Laser con la letra Juan, Juan Manuel, Juan Manuel, el, el…


BOLA DE ESPELHO HUMANA

Aunque la fecha de salida era el 14 de Julio del 2000, yo compré el Juan Manuel hasta el 31 de agosto de ese mismo año en la Comercial Mexicana por $129; el día que salía tenía angustias adolescentes y todo eso. Aunque creo haber escrito al respecto, escuchar este disco fue un golpe en seco en todos los aspectos: su diseño, su concepto artístico visual y musical, incluso la estrategia comercial que representaba. Visualmente, el Juan Manuel era el disco más sofisticado (en el mejor sentido) que hayan visto las disqueras mexicanas (lanzado entre Emi y Happy Fi). El disco tenía el nombre impreso directamente sobre el plástico de la caja, no tenía una sino 8 portadas, todas ellas fotografías increíblemente arty tomadas por varios fotógrafos (Napoleón Habeica y Aldo Chaparro entre ellos, del crew Celeste, a quien amamos). Musicalmente, el disco, que tenía encima la mano de Money Mark Nishita (que produjo los mejores discos de Beastie Boys) es simplemente redondo. La dificultad del Aquamosh es que entre canciones jazz hay piezas declaradamente rock que sacan de onda al escucha más distraído, y un disco como Hola Chicuelos, que está plagado de lounge, tiene, entre pistas, cientos de chistes locales y muestras del humor más ácido y fancy, lo que hace difícil poner atención la hora y cuarto que dura. Juan Manuel es todo lo contrario a su antecesor y predecesor: es un disco de 33 minutos, con 11 canciones, todas entre el jazz más fino, el lounge más delicado y la electrónica, con letras en español, inglés, italiano, portuñol y francés. Nordic Laser, que es la canción que abre el disco, es una pieza en piano y batería que repite una melodía simple increíblemente fuerte, Shampoo es un mensaje en la contestadora de Jonaz dejado por una italiana de voz sexy, Arpoador es un monólogo de una chica que habla en portuñol con un teclado detrás, Tiki Fiesta es música de terraza y carnes, Boombox Baby es música disco, Goodbye Happy Farm, grabada en la primera toma, son sonidos de animales de granja con un órgano como de programa de televisión abierta. Cuando les preguntaban qué tipo de disco era el Juan Manuel, ellos sólo decían: es música feliz.


BESITOS, LÓPEZ

Hoy día, el Juan Manuel es una joya más o menos inconseguible. Si buscan en Mix-Up lo más probable es que encuentren la versión japonesa con precio tipo B27. No obstante, lo vale. Tras el éxito de Aquamosh, Juan Manuel decepcionó un poco no por ser considerado malo, sino por ser demasiado arty y hubo hasta quien lo tachó de pretencioso. Por obvias razones, tuvo un mejor recibimiento en Estados Unidos que aquí, en donde le gruñimos a lo que nos parece una amenaza, y llenamos el Vive Latino para ver momias que viven de sus rentas. Se necesitó de un éxito como Peligroso Pop tres años después para recuperar la fama, pero el nivel de genios musicales que tuvieron con el Aquamosh nunca lo recuperaron. Plastilina Mosh siempre ha sido grande, pero en 1998 estaban por igual en la mira de programas de Televisa, estaciones de radio de poca monta, de mejor presupuesto, MTV, Telehit y revistas como La Mosca, Switch o Eres (que tenía buenas reseñas de música, o al menos más honestas que las de La Mosca). En los diez años que siguieron, ninguna banda realizó un salto tan arriesgado como el de Juan Manuel. Muchas bandas se dedicaron a recuperar sus carreras tras ver que los conciertos empezaban a llenarse en proporciones estratosféricas, unos con buenos resultados (Fobia), otros con mucho, mucho peores (La Gusana Ciega, Six Million Dollar Weirdo); otros artistas se dedicaron a darle un giro a su carrera, que dividió en principio a sus fans y, eventualmente, simplemente perdió todo interés (Molotov y Julieta Venegas). Otros simplemente se desgastaron y tomaron el asunto con relativa dignidad (Control Machete, El Gran Silencio). Aunque en los tiempos en lo que salió el Juan Manuel el público era más o menos receptivo y tenía mucho mejor sentido del humor que ahora, poco a poco las bandas indie con más pose de la que sus cuerpos de 48 kilos pueden aguantar empezaron a imponerse, y el nulo sentido del humor y las letras bobas y azotadas se impusieron (Ximena Sariñana, Zoé, Porter), por lo que se entiende que hoy día Plastilina tenga un público abismalmente distinto. Juan Manuel es un momento importante en la historia de la música en este país, lo que equivale a decir un momento olvidado de un país ingrato. A 10 años de su lanzamiento, descarguen el Juan Manuel de Plastilina Mosh dando click aquí (si no funciona googleénlo, ustedes tienen mejor internet y equipo que yo); sólo pesa 33 MB.




2 comentarios:

Sabandija dijo...

Me gusta leer y releer tus entradas, por eso de las pláticas genéricas y las de nintendo 64, que yo no conozco ni lo uno ni lo otro. Se me antoja, además, y me quedo con las ganas, de que fuera sobre papel para poder subrayar varias ideas que pones.

"una vez que los códigos son destruidos, incluso aquel del cambio en la repetición, ninguna comunicación es ya posible entre los hombres. Todos nosotros estamos entonces condenados al silencio, salvo que creemos en nosotros mismos nuestra propia relación con el mundo e intentemos asociar a otros hombres al sentido así creado. Componer es eso. Es hacer sin otra finalidad que el acto de hacer, sin tratar de recrear artificialmente los códigos viejos para restablecer la comunicación. Es inventar códigos nuevos, el mensaje al mismo tiempo que la lengua. Es interpretar para disfrutar uno mismo, lo único que puede crear las condiciones de una comunicación nueva...
Desde 1913, Russolo hablaba de las "puertas corredizas de los almacenes, de la algarabía de las multitudes, de los diferentes estruendos de las estaciones ferroviarias, de las forjas, de las fábricas de hilados, de la imprentas, de las fábricas eléctricas y de los trenes subterráneos y de los ruidos absolutamente nuevos de la guerra moderna". Inventó una orquesta de vibradores, aulladores, silbadores. Honegger escribió Pacific 231 (1924) que reproducía el ritmo de la ruedas de una locomotora, y Antheil, un Ballet mécanique (1926) con acompañamiento de hélices de aviones. En 1929 Prokifiev escribía Pas d'acier; Molossov, La fonderie d'acier, y Carlos Chávez, HP.
Con Cage, la transformación es más clara en la negación del carácter canalizado de la música y de la forma misma de las redes, en el abandono de los instrumentos clásicos y el desdén burlón ante el sentido dado al arte. Cuando Cage abre la puerta de la sala de conciertos para hacer entrar los ruidos de la calle, no regenera toda la ´música, la remata; blasfema, critica el código y la red. Cuando, durante 4 minutos 33 segundos, deja que el público se impaciente, haga ruido,, permaneciendo inmóvil ante su piano, él le devuelve una palabra que el otro no quiere tomar.
Pero el músico no tiene muchos medios, en las redes vigentes, para practicar así la música: el gran espectáculo del ruido no es más que espectáculo, aunque sea blasfematorio, "liquidador" como escribe Roger Caillois a propósito de Picasso. No es un códigonuevo. Cage, como los Rolling Stones, Silence como I can't get satisfaction, anuncian seguramente una ruptura en el proceso de creación musical, el fin de la música en tanto qwue actividad autónoma, por la exacerbación de la carencia en el espectáculo. Ellos no son el nuevo modo de producción de la música sino la liquidación del prececente.
...(La composición) anuncia lo que tal vez sea lo más difícil de admitir: a partir de ahora, ya no habrá sociedad sin carencia, puesto que la mercancía es definitivamente incapaz de llenar el vacío que ella misma ha creado suprimiendo el sacrificio ritual, desritualizando el uso, embrollando todos los sentidos, obligando al hombre a hablarse en primer término a sí mismo.
Y vivir en el vacío, es admitir la permanente presencia potencial de la revolución, de la música y de la muerte: "What can a poor boy do except play in a rock and roll band?" (Street fighting man, Rolling Stones). La verdadera música revolucionaria no es aquella que dice la revolución, sino la que habla de ella como de una carencia..." Attali: Ruidos, ensayo sobre la economía política de la música

Raphanus Sativus dijo...

¿Inconseguible? EMI lo remato el año pasado; lo puedes conseguir directamente desde su catalogo a 19.90 pesos... de hecho yo compre cinco copias...

Para mi es el mejor disco que halla hecho algun Mexicano; si te interesa, tengo un master pirata en acetato del disco. Un white label pirata que se mando hacer por algun sujeto ajeno al grupo...