9 mar 2010

este post es una reseña de un disco, como si fuera un fanzine pretencioso pero con mejor gusto

A ver, la cosa es esta. Número 1: los amo. Número 2: no tengo mucho que postear, así que les paso este post que les incluye un disco entero del que NADIE podría no gustar, tienen mi garantía, si lo bajan y no les gusta les regreso su tiempo. Número 3: ya va a empezar Radar el viernes en CU! Vayan al blog dando click aquí y entérense de todo. Nos vemos allá, los amo (otra vez).


(aquí empieza el post)



En el último post dije que podría y merecería escribir todo un post –y de los grandes- del disco Bad Timing de Jim O’Rourke. Tomando en cuenta que últimamente no tengo mucho material para posts, me tomo la palabra. En los últimos meses mi vida se ha reducido a trabajar en casa y escuchar mis discos. Tomando en cuenta que mucha gente tiene el iTunes de la compu de la oficina prendido todo el día y escuchan música en su iPod de regreso a casa, escuchar tus discos en tu cuarto, técnicamente, no tiene mucho mérito a nivel de psicoanalista de Reader’s Digest. El problema es que últimamente, cuando estoy fuera de casa lo único que quiero es escuchar mis discos. Las últimas pláticas en las que he estado sólo pienso en música. Desde hace un tiempo siento como si estuviera en una especie de segunda adolescencia, y esto de sentir a tus discos como tu único refugio es muy de esa etapa; esto tiene que ver con mi trabajo, y mi trabajo tendrá que ver si esto es un acceso o es importante, ya saben, en mi proceso y esas cosas, cosas de artista, pero cuando sólo quieres escuchar tus discos a tus 26 años tiene que haber algo. Como sea, este es una reseña de uno de mis 5 sino es que de mis 3 discos favoritos, si no lo incluí en aquél post es porque no lo conocía, pero es maravilloso. Sobra decir que este es un post clavadísimo, pero todos los posts de este blog son clavadísimos. Algo me dice que los 5 lectores de este blog no lo frecuentan buscando recomendaciones musicales, aun así lo posteo. Además, como cuando hablo de cine, mis comentarios serán poco profesionales y sonarán pretenciosos. No obstante, un último apunte: el otro día pensaba en lo que les contaba en un post anterior: si yo fuera profesor de arte sería la onda. Una de las tareas que les encargaría a mis alumnos (y algo similar tuve yo al entrar a ese punto ciego de Dios llamado Enap) es que escribieran sobre su libro, película y disco favoritos, pero que no intentaran hacer una reseña o un texto crítico, que no trataran de usar el trabajo de alguien más para despuntar o ser tan soberbios como para creer que están haciendo algo importante (por este tipo de ideas el periodismo de música popular suele ser tremendamente anodino o tremendamente pretencioso) sino que hablaran de ello como algo que les gusta y que escribiendo de él lo pudieran compartir con el mundo, que hicieran que quien lo leyera se enamorara de ello (como los posts sobre discos de este blog). En resumidas y un poco ridículas cuentas, que se expresaran de ello con amor. La idea de amor en el arte generalmente es pasada por alto. Quizá uno de los artistas más firmes en él sea Thomas Hirschhorn. Como sea, trataré de escribir de Bad Timing de esta forma. Al final hay un link para descargar el disco. Si confían en mí –y deberían-, bájenlo antes de empezar a leer.





Jim O’Rourke (Chicago, 1969)


Bad Timing, Drag City, 1997, 44:10

1. There’s hell in hello but more in goodbye, 09:38
2. 94 The long way,
13:57
3. Bad Timing,
09:59
4. Happy Trails, 10:35


La obra de Jim O’Rourke abarca varios géneros perfectamente identificables en 3 rubros: el trabajo más accesible con tintes folk-pop (con momentos de varios tipos, casi siempre emocionantes, desde el rock hasta algo similar al jazz) de discos como Eureka, Insignificance o Halfway to a Threeway (y su trabajo con Loose Fur o Wilco es un muy buen ejemplo de esto también). Por otro lado, su faceta de músico netamente experimental incluye trabajos más o menos variados, desde el drone perfecto de Happy Days, la amalgama de decisiones que conforman Disengage o la electrónica de I’m happy and I’m singing and a 1, 2, 3, 4. Por último, el que podemos considerar su tercer y más reducido género es el folk-instrumental-americana que incluye, precisamente, a Bad Timing (al que la enorme mayoría tilda de ser un disco à la Fahey) y al que se considera su continuación, The Visitor, apenas del 2009, que a pesar de ser un disco sumamente honesto y llano, nadie reconocería como superior al primero. Bad Timing, para empezar por partes, es un disco instrumental principalmente para guitarra acústica, acompañada de piano (en la mayoría del disco), metales, guitarra eléctrica y procesamiento electrónico, éste último mucho pero muy sutil. Apareció el mismo año que Happy Days (Revenant, 1995) (y en parte, esto se reconoce) y dos años antes de mi disco favorito ever: Eureka (Drag City, 1999). Jeff Tweedy, de Wilco, se expresa de Bad Timing como uno de los discos que más le habían sacudido en los últimos cinco años antes de escucharlo, y fue lo que detonó el inicio de la colaboración con O’Rourke y la eventual creación de Loose Fur. Empiezo por este shock precisamente: lo primero que te golpea de Bad Timing es su aparente sencillez, que no es más que un disfraz para utilizar, como por debajo del agua, elementos musicales complejos, como la repetición, el ruido y una especie de composición en bloque, muy franca, que hace que todo transcurra de manera increíblemente fluida. En una entrevista, Borges confiesa que al principio de su carrera abusaba del adjetivo, de las afirmaciones severas, que gustaba del susto en la literatura, y que con el tiempo aprendió que no tenía por qué asustar a nadie. De la misma manera, O’Rourke es un músico que rebasa clasificaciones como la de ‘virtuosismo’ y no necesita desplegar todo un ejercicio físico de la música para lograr algo tan grande como lo que logró en Bad Timing. Nadie diría que Bad Timing es un disco basado en el virtuosismo musical, sin embargo, nadie diría tampoco que Jim O’Rourke no es un músico virtuoso: he allí la sutil diferencia. Bad Timing es el primero de una serie de discos que muchos consideran los mejores de toda su carrera (tres de ellos con títulos de películas de Nicholas Roeg): Bad Timing (1997), Eureka y Halfway to a Threeway (1999) e Insignificance (2001), además de la grabación en 2000 de Loose Fur, lanzado hasta 2003. Hay que tomar en cuenta que Jim hizo Bad Timing a sus 28 años, y si se escucha su trabajo de principios de los noventa uno nota que ya pasó por esa fase del despliegue de recursos técnicos de la que hablábamos (y la volcó a su exploración sonora, no a la interpretación de un instrumento) y que ha adaptado más una cierta idea de estrategia en música, y esto se nota sobre todo por lo sencilla que es la narrativa del disco, y es que, si un análisis de Bad Timing implicara tomar cada track y distinguirlo por algo en particular, sería extremadamente fácil: una overtura discreta, un climax que uno no lo considera como tal hasta que el disco no terminó, un puente entre el track 2 y 4 y un final concreto más o menos sorpresivo, como la prueba de fuego del que lo escucha. Sin embargo, dentro de esta sencillez de la composición en bloques O’Rourke logra desarmar al escucha, quitarle toda posible expectativa y sorprenderlo de principio a fin (si uno toma las primeras notas de There’s hell in hello but more in goodbye y las últimas de Happy Trails quedaría una ilustración abrumadoramente perfecta de esta expresión). Un escucha con expectativas, que cree que le han prometido algo, es el peor escucha para el que puede tocar un músico, porque está predispuesto a no experimentar la música, sino a pasar por ella, por no decir a pasarla de largo, como una especie de consumo forzoso. Un ejemplo: en el 2005 asistí a mi primer concierto de Radar con una chica que tenía una idea de cultura increíblemente estática y horrorosa. No entendía la música clásica, no le interesaba, pero le daba un valor enorme a ir a un concierto o a darle a un recital de piano o una opera el lugar que merecían, aunque no supiera ni sintiera cuál era. Era una snob en un sentido más bien regresivo, porque en cuanto la veías te quedaba claro que ella simplemente no se relacionaba con esa idea de cultura que pensaba que debía comprar, que no pertenecía a ella. En resumidas cuentas, que no sabía ocupar su lugar –que eventualmente ocupó y demasiado bien, casi se resignó. En el concierto, un recital para oboe por Christopher Redgate, se portó tan antipáticamente como pudo, llegó a contestar una llamada de celular. El concierto fue increíble, incluía piezas de Kagel, Stockhausen y Holliger. Lo odió, pero lo más notorio era que en ningún momento bajó la guardia, siempre se mantuvo a la defensiva ante este tipo de música. De regreso me confesó que ella podía con un recital de música de cámara, pero que esto era demasiado agudo. Le dije que ni siquiera sabía qué era música de cámara, estaba en el aire. Evidentemente lo tomó a mal. Este tipo de escuchas sólo saben reconocer patrones muy muy simples de algo que ya conocen, y no conocen la idea de experiencia en música. En el caso de Bad Timing lo que O’Rourke logra es una especie de doble ‘subversión’: estéticamente, el disco es precioso, es imposible de no gustar de él (como nota adicional, se lo regalé en su cumpleaños a una amiga que escucha cumbias por gusto, no sólo para bailar, o cosas tipo Fito Páez -odio a Fito Páez y toda la cepa de músicos argentinos que pasan desapercibidos entre rock y balada latina, simplemente no los soporto- y dos días después me dijo que wow, que era fan de O’Rourke), simplemente te enamoras de él, sin embargo, musicalmente es un disco muy complejo, y lo doble de esta ‘subversión’ radica en que esta música sirve como un filtro que, más que depurar, encubre los soundscapes, las capas de ruido y la repetición: en 94 The long way uno tiene que escuchar casi con audífonos para notar la capa de ruido detrás de todos los instrumentos, en Happy trails, lo que uno piensa que es una distorsión demasiado fuerte termina siendo dejada de lado ante la guitarra o, en el track 3, Bad Timing, uno no se da cuenta que el track consiste en una repetición hasta el cansancio de más de 8 minutos de una misma frase porque simplemente es increíblemente placentera de escuchar. Lo maravilloso de Bad Timing es esta facilidad de entrar por los oídos y, a través de esta forma, generar cosas más complejas de lo que parece que son.


(aquí había escrito un análisis track por track, pero una vez releído, es muy aburrido y es justo el tipo de cosa que hace que uno no quiera escuchar un disco que no conoce en lo absoluto)


Después de escucharlo durante algún tiempo, uno se da cuenta que el meollo, el climax de Bad Timing radica en sus momentos de repetición, en sus capas y capas de instrumentos que, pese a ser muchos, nunca se despliegan del todo, y apenas y dan idea de su presencia. Son leves, a veces casi generan una especie de soundscape análogo, como las partes de órgano en Bad Timing. En este sentido, todo parece ser el inicio o el final de algo, y lo que hace que el escucha no pueda hacer otra cosa que poner atención todo el tiempo es esta facilidad de adaptar la repetición a una idea de tema central. Es como si O’Rourke le prestara la música al escucha, como si no se la diera del todo. Esto se puede encontrar en canciones como Elegant Transaction del primer disco de Loose Fur o en canciones que parecieran no tener una estructura de verso-coro-verso, sino más bien tipo verso-puente-verso, como The Workplace de Halfway to a Threeway o Good Times y Get a Room de Insignificance. Lo increíble de Jim O’Rourke y su renuencia a estructuras narrativas convencionales es que cuando alguien con su entendimiento de la música escribe por fin una pieza instrumental con principio y fin y climax y diferentes secciones de instrumentos, suena casi como progresivo de lo complejo que es, pero nunca genera barreras ni distancias con el escucha por la franqueza de su música, como en Not Sport, Martial Art del Halfway to a Threeway. Al final, cuando lees lo que O’Rourke cree sobre lo que implica experimentar la música y no consumirla (lo cité en el post de mi top 50 de discos), te queda muy claro por qué hace la música que hace, y esas cosas las entiendes como artista, no como músico, y eso es lo que hace de su trabajo algo tan humilde y tan noble.


Pueden descargar Bad Timing dando click aquí o si falla aquí, o si sigue fallando googleén el nombre del disco + mediafire o rapidshare et al. No se acostumbren a las páginas o los programas, el mal vicio que nos dejó Napster no es de bajar música, sino de bajarla desde un programa. Ya, en serio, bájenlo, es maravilloso.


Muy recomendable si les gusta: Wilco, Loose Fur, John Fahey, los discos de Sonic Youth de la era O’Rourke (Murray Street, Nurse, NYC Ghosts & Flowers)







fin del post clavado, en estos días volvemos a los posts aun más clavados pero no musicales

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