26 abr 2010

constante y aburrido triunfo técnico, avasallante triunfo artístico

suban y bajen el scroll mientras ven la imagen, se van a marear (pero no mucho)







cuando tengo cosas que buscar en internet, lo anoto un renglón antes que los posts, estos son los de hoy

Ilona @ select models
Buscar foto ‘texas auditorium’ o ‘community auditorium’ o ‘community center’
Duran duran / electric barbarella

Cuando tengo una idea o muy buena o muy curiosa que en verdad necesita ser anotada, lo hago con los mensajes de mi celular. Estas son los que llevo hasta el momento:

Tal vez ese es el problema, creces con demasiado amor. Comprar galletas bob esponja.aquí todos son príncipes huérfanos. Amar la vida es estar en el mundo? Chica se acuerda de alguien cuando saca tenedores.


Me acuerdo que cuando estaba en sexto de primaria, una vez, sin razón o motivo aparente, nos trajeron a cada grupo (sexto “a” y sexto “b”) un pellón enorme y gises de colores para que cada uno hiciera algo así como un mural. No sé, el caso es que nosotros, los 27 alumnos del sexto b éramos más cool que los del a, estaba seguro. Yo iba en ese grupo, hasta que al entrar a quinto, y nunca me explicaré esto, los relativamente más feos amanecimos en el grupo b. Cuando eres niño, aunque vayas en escuela de gobierno (o precisamente por ir en escuela de gobierno), tienes una idea, absolutamente vaga pero eficaz, de quiénes son los ricos y quienes lo pobres. Esto era, básicamente, que unos venían más limpios que otros. Y por ridículo que parezca (como si el razonamiento de un niño de 11 años fuera igual de eficiente que el de una secretaria de 43), todos los que nos sabíamos menos alzados, terminamos en el b. Nunca voy a olvidar mi primera reacción cuando, los primeros días de primaria noté que algunos niños llevaban una bolsa del super en lugar de mochila: me entristeció como pocas cosas me entristecieron en mis seis años allí, en esa escuela detrás de un hospital gigante. El caso es que, desde que quedamos en el b, nos sabíamos, como por venganza y obstinación, más cool que los payasos del a. En futbol barríamos el piso con ellos, así como con los de quinto (4º “a”, esos sí eran peligro), y era más fácil sentir empatía por gente como Corona con su vagancia, el Pacheco y su liviandad (era la réplica exacta del niño que siempre vomita en los simpsons), el Raúl, a quien le descubrí toda una serie de dibujos con los logotipos de Los Temerarios en la parte trasera del cuaderno, o a Alejandro, el niño más canoso del mundo y con quien bailaba La Macarena cada que alguno metía gol en el recreo. Los del a eran señoritas correctas, los que eran pobres eran alzados y, por si fuera poco, tenían a la chica más guapa de sexto, y nosotros los odiábamos. El caso, volviendo al pellón y a los gises, es que recuerdo mucho ese día. Todos, sobre el pasillo, nos volcamos sobre el pellón con todo lo que Dios nos dio para trabajar: cada quien hizo lo que se le dio la gana y lo que Dios le dio a entender: monos, caricaturas mal hechas (los que tenían algo de iniciativa), casas y animales (los que no tenían ninguna iniciativa), garabatos y pintas en general. Lo que más recuerdo de esa etapa de mi vida es que lo que más dibujaba, lo que más me gustaba dibujar, eran logotipos. Tenía una memoria fotográfica con los logotipos de todos los equipos de futbol, básquet y americano que las tarjetas y álbumes de estampas nos enseñaban. También me obsesionaba con las banderas, las sabía todas. En cuanto tuve que dibujar, dibujé logos de equipos de fut. Lo que más recuerdo, exactamente, es que dibujaba el del Santos Laguna cuando Umberto (no recuerdo si llevaba H o no) enfureció cuando me vio haciéndolo. Dijo algo así como ‘¿eres idiota o qué, cómo haces un logotipo, o sea, qué tienes en la cabeza?’ Era un niño de madre abandonahogares, su padre le coqueteaba a la de quinto. Umberto estaba furioso el 90% del tiempo. Por unos segundos pensé que sí, que era poco pro pintar cuanta porquería se nos ocurría sobre el pellón, como animalitos salvajes. Eso duró poco: cuando me asomé al de los del sexto a la cosa era abrumadora: se habían puesto de acuerdo, casi como scouts, habían dibujado el tercio inferior de verde (era pasto) y el tercio superior de azul (era cielo), completamente uniforme, y creo que con flores y uno que otro árbol intermitente. Era lo más triste que podías ver. Me sentí orgulloso de nuestro pellón lleno de mugre. Con el tiempo, cuando eres artista, sientes esta especie de orgullo profesional sobre una cierta ternura despectiva con mucha frecuencia. Yo dibujaba desde que tengo memoria, recuerdo que mi amigo de toda la vida y yo nos poníamos a dibujar y siempre quería que al final se los llevásemos a su mamá para que decidiera cuál era mejor. Yo era y sigo siendo la persona menos competitiva del universo, y yo siempre ganaba. Vale la pena anotar esto: como hijo único, no aprendí a compartir de manera natural, y no obstante, cuando su mamá llegaba a decir que el de su retoño era mejor yo entendía perfectamente el ardid maternal detrás de esto. Eran momentos de constante y aburrido triunfo técnico, sin embargo, cuando vi el pellón horrible del Sexto “A” fue mi primer momento de avasallante triunfo artístico, y siempre lo acuerdo.

Sigo más o menos de buenas.

1 comentario:

O.M.A.R. dijo...

A veces, sólo a veces, me gustaría recordar con tanto detalle mi infancia. De repente no sé que hice todos esos años.