17 ago 2012

Social Media (parte I)

Introducción (lee esto o no vas a entender ni madres este ni los siguientes posts).

Hace un año y medio, de la nada, dejé de postear en mi blog. La razón, entre varias cosas, por el tiempo que me ocupaba, pero no tanto por la importancia, era que había entrado a trabajar. Mi blog, actualizado varias veces al mes sin interrupción desde 2007 desde una PC Toshiba Satellite 1998, era mi último acto de resistencia ante el mundo de las computadoras y la conectividad actual. Hoy día estoy tan absorbido como cualquiera. Lo sobrellevo.

Durante el tiempo que actualizaba mi blog, hablaba de cualquier idiotez. Como todos los blogs. Y el día que entré a una oficina supuso perder mi principal fuente de posts: ver la tele, no hacer nada. A quien me preguntaba por qué había muerto mi blog, le decía lo mismo: "dejé de postear porque ya no tenía vida de la cual hablar". Algunos lloraban mientras decía esto.

Obvio no.

La verdad oculta era, por supuesto, que escribía todo el tiempo perdido en la oficina: ¡ahora tenía una vida de la cual escribir en Blogger, lo que de hecho siempre había querido! (sólo me faltaba una cámara para que fuera perfecto). Lo malo: entré a trabajar manejando cuentas de Twitter, lo que vulgarmente hoy se llama "Community Manager", por lo que el tiempo perdido era lo primero que abundaba. Durante la mayoría de los días, escribía lo que pasaba en la oficina a manera de diario, como "Día cero, día uno", porque me recordaba las tiras de Magú que aparecían en las Histerietas de La Jornada de principios de los 90's que mi primo Juanjo me heredó y, a la fecha, son de mis posesiones materiales más valiosas.

Conforme iba escribiendo me daba cuenta que, en primer lugar, era ridículo escribir sobre mi vida laboral tardía en un trabajo de broma en un blog en el año 2011, en segundo era triste, y en tercero, que poco a poco la vida laboral me deprimía más. Seguí escribiéndolas, pero a la mera hora, jamás les daba "Publicar". Confieso que aunque he escrito cosas peores en mi blog, en aquel momento pensé: "¿cómo le voy a enseñar esto a mis 755 contactos en Facebook y a mis 124 followers en Twitter?, ¡qué pena!". 

Guardé los borradores. Bueno, Blogger los guarda automáticamente, quieras o no. Después de renovar por completo mi blog y tratar de volver a escribir periódicamente desde un dispositivo móvil, pensé que ya nada podía ser tan malo como para que publicar mi vida en oficina destruyera mi vida social (ahora tengo la mitad de amigos en Facebook y el triple de followers en Twitter, el sistema funciona). 

Decidí darles una ojeada y airearlos. Son varios. Estarán por aquí un buen rato.

Espero se sientan tan miserables leyéndolos como yo me sentí escribiéndolos desde una Mac prestada. No tienen fecha, que el sistema de numeración "Día uno, día dos" les sirva.







***




Día cero

No recuerdo muchas entrevistas de trabajo en mi vida. La mayoría de ellas, solapado por la noción clásica del post adolescente semiculto del área de humanidades, fueron charlas amenas donde me hacía el interesante y llevaba tenis de colores para disimular con alevosía que no era un abogado que necesitara un traje, sino un ex-estudiante de arte con tenis de colores tan hipster que ni los hipsters tenían (y que compré por $150 a un sujeto en Tepito que compró cientos de pares sólo para descubrir que eran una mala posibilidad económica y cortó el precio a la mitad en un par de meses). Algunas veces, los tenis me conseguían elogios. Aún lo hacen de vez en cuando. Recuerdo una entrevista de trabajo donde el director de un museo estaba sentado enfrente de una iMac como si fuera un adorno y me preguntaba si era posible darle difusión a su museo vía Twitter. Luego soltó algunas pésimas ideas como abrir una cuenta de Twitter para el museo, otra para un festival anual, otra para las exposiciones. Primer error de quien conoce las redes sociales pero desconoce del colmillo necesario para utilizarlas como una posibilidad laboral real: preguntar (o preguntarse) ¿puede mi empresa crecer con redes sociales? Todos aquellos que hacen esas preguntas sacadas de un libro de marketing sacado de una librería de última hora de un aeropuerto son idiotas. Y también quienes creen que las redes sociales son una posibilidad de posibilidad laboral real. Recuerdo los albores de internet. En 1995, nuestro maestro de matemáticas nos contaba cómo dos personas, una en México y otra en Rusia, podían jugar ajedrez. Un par de años después de eso, cualquier artículo de revistas tipo Muy Interesante pronosticaba cambios trascendentales de risa loca: el blog va a derribar al libro (2004), con internet la gente va a leer menos (1998, aún recuerdo los comerciales de submarino.com), ahora podemos estar más cerca de nuestros consumidores y saber qué es lo que quieren de su propia voz (2011). Porquería. A decir verdad, la idea detrás de internet es tan sencilla en términos de conectividad e intercambios humanos reales que si nos enseñaran que un partido de ajedrez entre un ruso y un mexicano se limita a una serie de órdenes a un código que traduce dichas órdenes en un caballo que se mueve en L, quizá nosotros mismos, niños, podríamos haber pronosticado el futuro de internet. Ahora es demasiado tarde, las cosas ya están más allá de nuestra imaginación (comprobación: imagina un iPod en 2022… no puedes). El laboratorio de física de mi secundaria se llamaba "Laboratorio Guillermo González Camarena". Coincidencias. Fallas.

Quizá la imposibilidad de predecir el futuro inmediato una vez que tienes acceso a tantas cosas (en un sólo día de nuestra era se produce más información que en un milenio antes de 1a ilustración  -pastillas de viagra - envío gratis - hola estimado señor soy una princesa africana, etcétera…) sea uno de tantos factores que han hecho que las redes sociales se hayan vuelto una misteriosa posibilidad laboral real. Aunque el dinero no es un concepto ontológico, es tan real como una posibilidad laboral y tan real como tu correo electrónico. Quienes trabajan en redes sociales, tuiteando en nombre de un restaurante que vende ensaladas en un traste de plástico desechable transparente o pan dulce, se han vuelto los bloggeros publicistas de mediados de la década pasada. Arrancados del mundo de fantasía y nada-es-en-serio-ismo de sacar una foto a un letrero y luego contar qué comiste en la tarde para obtener comentarios de desconocidos en provincia, los bloggeros de todo el mundo, versiones contemporáneas y más trendy del slacker de los noventa, se volvieron carne de cañón del mundo de la publicidad. Charles Saatchi dice que la publicidad es el empleo más generoso porque le brinda la oportunidad a cualquier idiota que quiera y pueda hacerlo. Estoy de acuerdo en lo segundo. Lo sé porque yo mismo soy y fui un bloggero.

Entré a trabajar como Community Manager. Las condiciones, como ahora sé que suelen ser en este empleo (me niego a llamarlo trabajo, ¡Ché Guevara, ven por mí!) por las que entré a trabajar de Social Media son tan azarosas como cualquier otra cosa en la vida. Las cuentas de redes sociales son como los niños: a algunos los llevan a conocer Los Angeles, EPCOT Center o aquel estudio de cine al que todo el mundo va, a otros los sacan a casa de sus abuelos en domingo, y en microbús, sin la menor elegancia. Es decir: así como el niño, a pesar de contar con la información necesaria, está prácticamente imposibilitado para comparar su vida con el hecho que significa el mundo de los demás seres humanos, las cuentas de redes sociales viven en un espacio donde al mismo tiempo que una cuenta de un refresco le paga a un literato dado-de-baja-ista lo suficiente para tener vida de dandy en una colonia llena de jardineras, otra cuenta de una asociación nacional le paga el salario mínimo a un desempleado oportunista que ni siquiera sabe cómo usar Twitter. Yo entro más en esa clasificación. Sirva esto para decir: no hay precedentes materiales directos de este tipo de actividad, así que todo se trata de especulación. Mientras que una agencia de Social Media (Dios mío, y eso existe) tiene incluso variantes de dicho puesto, una institución suele asignar un dinero que sobra a dicha labor (nunca entenderé cómo es que no le delegan esto a un prestador de servicio social).


Permítaseme usar las comillas por única vez. Las "redes sociales" son lo peor que le ha ocurrido a la humanidad. Peor que los gatos, peor que el futbol femenil, peor que la salsa Valentina, peor que los comentarios en Youtube. Si llegué a esto fue por la misma razón por la que llegan todos: tengo, además de un amigo de un amigo, relativa destreza para redactar mensajes cortos, tengo mejor ortografía que el 75% de la población, no soy un imbécil que confía en la literalidad y la unidireccionalidad como herramienta para comunicarse con el mundo y a veces hasta hago reír a uno que otro. En resumen: un perdedor que tenía un blog interesante eventualmente abandonado en pos de Twitter y que no tiene un centavo ¢¢¢¢. No se coman esa basura de que Facebook mató a Blogger: es mentira, y también una idiotez; a Blogger lo mató la conectividad. La conectividad mata cualquier cosa.

[Nota : acabo de darme cuenta que mi analogía de las cuentas de redes sociales con los niños es horrenda]


La identidad de la cuenta de la que tras una entrevista de trabajo de 6 minutos ahora me encargo, al menos hasta ahora, tengo prohibido revelarla, pero sí puedo medio describir de qué se trata: es una ONG (léase, con voz de pasante en Derecho, pagan una miseria). Y ya. No tengo idea qué haga, como siempre he creído que son todas las ONG's. Es curioso que una creencia meramente empírica de tu niñez eventualmente demuestra ser una teoría válida, razonable y, sobre todo, posible. Hacen algo así como abogar por gente, pero no termino de entender qué gente, qué abogar y de dónde sacan dinero. Otra cosa que también compruebo de mis creencias empíricas de niñez es que nadie da la cara: quién paga, quién la sustenta y quién tiene interés en abrir y mantener una organización genérica como esta es desconocido. Mi respuesta a este tipo de desperdicios de dinero y tiempo siempre es el mismo: el hijo problema emprendedor de algún adinerado. Tampoco es que le importe a alguien. A mí me van a pagar con un prestanombres. Técnicamente, yo ahí ni voy a existir, me da igual.


Mi entrevista de trabajo fue un gancho al hígado a mi coolness habitual. Mientras que suelo ser de los que se las da de enterado que no necesita discutir mucho para entender de qué se trata todo (herencia de haber sido el adjunto que sabía de arte contemporáneo en una escuela de arte donde dan clases varios sunday painters), en esta ocasión, literalmente, fui yo quien se quedó extrañado de la facilidad para conseguir el puesto (ni con comillas sonaría el término "puesto" menos inventado cuando se trata de tuitear). Literalmente, necesitaban a alguien que se encargara de llevar la cuenta, y yo fui el primer recomendado en llegar. Con el mismo conocimiento de las redes sociales por parte de mi nueva jefa (su avatar en Twitter es un huevo sobre fondo guinda) que de los requisitos del empleo en cuestión (Dios, eso también existe), me contrataron. Es decir: llegué nada más a aceptar. Sin magia, sin esfuerzo. Es tristísimo, pero trabajar tuiteando no debería ser ni un poco mejor que eso.


Empiezo mañana. Se supone que voy a empezar por lo básico: en la noche me mandan el mail de la cuenta y la contraseña.


4 comentarios:

sirako dijo...

eeeh, ahora yo también quiero trabajar, digo, escribir.

rubezky dijo...

Avísame si necesitas a alguien que actualice tu twitter.

Mario Vela dijo...

Manejo cuentas de facebook y twitter por un precio módico.He tomado cursos de Social media, soy tu mejor opción.

Bob dijo...

Awww, gays, los amo <3 <3 <3