30 jun 2012

La vida pre y post 2006

Hace seis años también hubo elecciones. Era mi primer elección, a
mis 23 años. Cuando yo era adolescente me rehusaba a sacar mi
credencial del IFE, me negaba a cualquier tipo de registro personal o
procesos socioburocráticos y no tuve mi credencial hasta que la TUVE
que sacar: en 2004, cuando obtuve una beca PRONABES de la UNAM y sabía
que la iba a necesitar para cobrar mis jugosos ochocientos y pico
mensuales (que después serían novecientos y pico y luego mil). Así
que no pude votar por Fadlala Akabani en 2003 para jefe delegacional
de Benito Juárez (o hasta donde recuerdo, ese güey ganó). Me sacaba
mucho de onda que sobre Insurgentes, frente al Louvre de Palacio de
Hierro de Felix Cuevas, había una tienda de muebles de lujo llamada
así, Akabani. Siempre pensé que era un magnate mueblero que además
quería ser jefe delegacional. Tampoco pude votar por Cuauhtémoc
Cárdenas (o por Fox, con tal de sacar al PRI de los Pinos) en el 2000,
porque apenas tenía 17 años. En ese periodo de 2000 a 2006, pues, mi
interés político era microscópico, pues además de ser un periodo en
el que no prendía la tele ni veía el futbol y me la pasaba leyendo,
yendo al cine o dibujando, con la reciente instalación del PAN eran
obvias dos cosas: que no había otra opción (ya habíamos sacado al
PRI del poder, ¿qué más queríamos?) y que era un asco, Vicente Fox
era un presidente tan de chocolate que hasta extrañábamos a Salinas,
pero nadie pensaba en una opción nueva, porque apenas nos
acostumbrábamos a varios cambios: proliferación cada vez mayor de los
teléfonos celulares, un intento progresivamente más y más bizarro de
cambiar la programación televisiva del caldo tibio familiar por una
televisión más torpemente arriesgada aunque fuera a lo tonto (Big
Brother, La Academia, Otro Rollo de Adal Ramones era un éxito y los
programas de comedia se hacían declaradamente estúpidos, como si
estuviéramos de acuerdo que nadie se iba a reír por el chiste en sí
antes que por el fracaso del humor televisivo mexicano),
popularización de internet, cambios de giro en la música juvenil
popular (las boy y girl bands empezaban a desaparecer en pos de
solistas más y más producidos, el rock se hacia menos radical y
contestatario y más cómodo e inocentón, además de carecer del
sentido del humor que tan extrañamente se desarrolló en los 90's),
entre otras cosas. Aprendimos a ser hiperconsumistas, liberales y
conservadores al mismo tiempo, por extraño que pudiera sonar.

Así que mi primera vez para votar, con todo y mis 23 años, estuvo
teñida de la esperanza que muchos aún recordamos como si hubiera sido
hace mucho más que seis años. En verdad pensábamos que podíamos
tener una opción nueva y, si algo recuerdo, es que lo hacíamos un con
factor de fe. Yo iba en la escuela todavía, en 6to semestre de la
ENAP, así que por estar metido en mi medio no tenía mucho o nada de
contacto con personas mayores o chavos, además de que las redes
sociales aún no existían aquí (aceptémoslo: Myspace nunca tuvo un
impacto social como el que en su momento tuvo Hi5 o lo tiene ahora
Facebook a menos que fueras un morro de 16 que iba cada viernes al
Centro Cultural España), por lo que no sé cómo es que esa elección
fue percibida por otras personas de mi medio pero de distintas edades
en la magnitud en que sé ahora, pero creo que eso era lo más
importante en su momento: teníamos un sesgo de inocencia que nos
llevaba a pensar que las cosas podían cambiar, que en verdad teníamos
esperanza, pero ese sesgo, aun en política, es benéfico.

Estas elecciones tal cosa aún existe, pero ahora podemos ver otras
opciones: nos damos cuenta con extrañeza que amigos o excompañeros
creen que el iPhone que pagan a crédito, su coche a 60 meses y su
sueldo de 45 horas a la semana es una riqueza que alguien les quiere
quitar, que nuestros familiares que a regañadientes aceptamos agregar
en Facebook de verdad añoran volver al antiguo régimen porque "al
menos en esos tiempos había trabajo". Todas esas posturas que
pensábamos sólo las sufrían estratos que pensábamos en dificultad
de condiciones (el pueblo ignorante que nosotros, los jóvenes educados
debíamos salvar de sí mismos) se presentaban en quienes consideramos
nuestros semejantes de tiempo, condición, escolaridad y expectativas
de vida. Este shock hizo que muchos de nosotros perdiéremos,
irremediablemente, el factor de fe que en 2006 pareciera tan natural
(Sonríe, vamos a ganar) y ahora todos nos volviéramos críticos. Si
en 2006 esperar que el cambio viniera mágicamente era un sentir común
a la vez que ingenuo, en 2012 es señal alarmante de la idolatría y la
apatía de un ciudadano que prefiere marchar antes que tomar acción.
"¿Todavia crees en tu Mesías? Estás pendejo si crees que un güey va
a cambiar las cosas. Mejor infórmate, razona las alternativas,
comparte la información con la gente allá afuera y hazte de un
aparato crítico... y cuando hagas todo eso, anula tu voto, güey,
porque ninguno nos merece ni nos convence".

Mientras que en 2006 se peleaba una guerra de dos alternativas que sus
partes en verdad creían, con todo y la guerra sucia que se jugaba, en
2012 ya no hablamos de política, sino, casi, de sentido común: el
malvado, el menos peor, el engañabobos y la mujer. Hace seis años,
por menos que lo que hemos tenido este año, el país se dividió (es
un decir). Ahora las cosas son tan rampantemente claras (al menos a
nivel de percepción mediática) que ya a nadie le asusta que una
señora sin ideas sea ducha sacando los trapos sucios del otro, o que
el otro mande golpear estudiantes. Quizá por eso, por esa carencia de
factor "fantasía y esperanza" en el ciudadano común, más informado
que en 2006, existe uno que otro despistado que cree que Quadri va a
volver a México en una mezcla de liberalismo social y dinamismo
cultural que volverán a nuestro país en algo así como Canadaustria.
Cuando menos dispuestos estamos a creer, más proclives somos a creer
absurdos. ¿O no, indigentes que nos van a meter a vivir a nuestra
casa, segundos coches que el gobierno nos va a arrebatar o peligrosos
socialismos y comunismos que el 85% ni siquiera sabemos qué significan?

A lo que creo que iba todo esto es que aunque somos una sociedad un
poco más agria y con más información, aunque esta elección es todo
menos el escenario idóneo para fantasear porque al mismo tiempo que
tenemos la información y las evidencias también tenemos el contexto
socioeconómico suficiente para pensar que da igual, aun así se trata
del momento en que seguimos siendo ciudadanos y tenemos la
responsabilidad de continuar construyendo las posibilidades que, con
mucho que no nos gusten y hasta desconfiemos, no eran ni remotamente
parecidas, por ejemplo, en 1994. Si algo podemos celebrar del año 2000
no es haber puesto al mando del país a quien resultó ser uno de los
presidentes menos brillantes que hemos tenido, sino el haber
construido un espacio donde, sí, amiguito anarquista, clasemediero que
extiende su adolescencia escuchando a Radiohead y Sigur Ros a sus 31,
oficinista sin sueños o mirrey, sí, podemos elegir y avanzar hacia
una sociedad plural y -voy a negar haber usado esta palabra- más
democrática. Por eso siempre le digo a los chavos de 22 para abajo:
"¿crees que está de la v*rga y el sistema no te merece? P*ta, lo
dices porque no viviste en los 90's, donde el sistema ni te necesitaba
y pensar en lo que tenemos ahora era ridículo". Del 2000 para atrás,
nadie, en serio, NADIE, hubiera pensado tener las posibilidades que
tenemos ahora, por muy jodidas que parezcan. Pregunten a quienes
tengan de 25-26 para arriba, en serio. ¿Un sólo wey no va a resolver
nuestros problemas? Eso lo aprendí a mis 13 años. ¿Los políticos no
nos merecen? ¿Y qué haces tú para merecer el título de ciudadano?
Cosas así. Hacer de "la fiesta de la democracia" el "congreso nacional
de la superioridad moral" debe sentirse bien, pero no puedes exigir un
sistema maduro cuando tus reacciones parten de la comodidad del
sobreanálisis escolar, de la teorización idealista, de no reconocer
dónde se está parado. Estas son las elecciones más tristes en mucho
tiempo, y con razón, pero lo que quiero decir y que ya no sé para
dónde va, lo diré en dos partes: la primera, que aunque como sociedad
ya es difícil mantener el factor de fe que nos motivaba de cierta
manera a creer en lo que estaba pasando hace seis años, nuestra
responsabilidad ciudadana y social debería ser más evidente y más
pesada que muchas cosas. Y la segunda, es un ejemplo que pondré a
manera de anécdota: mi madre nació en un pueblo con menos de 1000
personas donde creo que ni había policías y difícilmente aparece en
el mapa. Tenía 4 hermanas y dejó la escuela en 3ro de primaria para,
bueno, ya se lo imaginan. Es el ser humano más lejano de ser un
paladín de la consciencia política y el análisis electoral, PERO,
desde que tengo memoria (1994, no recuerdo nada antes de mis 8 años),
sabe que debe ir a votar y lo hace. La primera vez, esa de 1994, la
acompañé a un modulo improvisado en el patio de la Comercial Mexicana
de Pilares (cuando el 50% del predio eran locales pequeños hasta con
jardinera). Si mi mamá, con todo, sabe que es su deber como ciudadano
ir a votar, estoy SEGURO que ustedes tuvieron mejores oportunidades
que ella de informarse y llegar a esa misma conclusión con bases años
luz más solidas. Que dicha preparación suele mezclarse con el ducto
de la superioridad moral y las expectativas liberales adolescentes y
generan conflictos y confusiones, lo sé, pero vivimos en una sociedad
más informada (aunque digan que no, lo es, con sobreinformación,
malinformación o lo que sea, LO ES), por lo que ya no tienen derecho a
portarse como niños engreídos y que nadie los merece. Ya dejen de
hacerse los cínicos, los chistositos, los ocurrentes. Si creen que se
van a ensuciar las manos, va, pero salgan y hagan lo correcto, babosos.

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