24 jun 2010

voten por Bob y Sirako para que canten con Charlie Monttana!!!

Oigan, el día llegó, el día en el que les pido un favor mucho muy importante y que necesito de su ayuda:


Como todos ustedes saben, Charlie Monttana es mi ídolo, pero así, ídolo de lágrima y gritos, sus rolas son el soundtrack de mi vida, ustedes ya saben.


Charlie grabará un disco de duetos por sus 26 años de trayectoria, y lanzó un concurso para que una de las canciones fuera cantada por alguno(s) de sus fans. Sí, grabar una canción con Charlie Monttana en persona, tener un disco para platicarle a los nietos, ya saben, el tipo de cosas de las que me gustaría mi nieto hiciera un documental. El concurso se trataba de grabar un video cantando alguna canción de Charlie. Sirako y yo entramos sin pensarlo. Pasé mi cumpleaños, todo él, en casa de Sirako grabándolo, y después de semanas de espera, ¡quedamos finalistas! Ahora necesitamos de los votos de todos ustedes para lograr nuestro sueño.

Charlie escogió 10 videos para ser votados por la banda, el concurso cierra el 30 de junio, ¡sólo quedan 6 días! Imagínense como cambiarían nuestras vidas si cantáramos a lado de Charlie Monttana. Sería un tema de conversación para toda la vida, seríamos muy felices.

Además, nuestro video rockea, y rockea durísimo. No sólo es años luz mejor que los otros, sino que tiene muchísimo amor: le metimos producción, música en vivo, edición de sonido, props, guión y pelucas.

Voten por nosotros! Voten una vez, dos veces, 20, varias veces varios días, lo necesitamos. Tuiteénlo, posteénlo, si son blogstars o tuitstars, piénsenlo como un servicio a la comunidad.

Estoy demasiado emocionado para contar más escenarios posibles.




Es bien fácil:

1.- Entren a la página del concurso dando click aquí

(si falla, este es el link: http://charliemonttana.com.mx/?page_id=9)



Verán un Flash de la votación como este:



Votan y lo repiten hasta que su compu ya no responda.


¿Qué dicen, que ni han visto el video? ¡No es posible! El video está en la página, no es necesario verlo para votar, sólo con dar click en la ventana de ariba. Pero deben ver el video, porque es lo más bonito que han visto desde La Caída de Edgar. El nuestro es el de una ventana como esta:





En verdad necesitamos sus votos insistentes, repetidos y saturadores. Los otros matarán por ellos, rentarán cafés internet’s, se colarán en sus aulas de medios. Voten!

Ustedes que tienen computadoras de menos de una década de antigüedad, el truco es simple: abren el link en chorromil pestañas, votan en la ventana y esta les dice cómo van los números, entonces ustedes le dan F5 y se vuelve a poner para que voten. Mientras una se actualiza, ustedes ya votaron en la otra pestaña, y en la otra, y en la otra. Dedicándole 20 minutos al día, podemos hacer el sueño realidad! Nos están agandallando, vamos en 3er lugar!

Por supuesto, esto no es de a gratis. Lo sabemos. Si ganamos, Sirako y yo prometemos fiesta en la que tú estás invitado, y regalitos Monttanescos que no van a olvidar.


VOTEN YA!!! Quedan 6 días, esto se acaba el 30 de junio; Sirako y yo somos los más grandes fans de Charlie y le echamos mucho amor al video.

Saben que nunca les mando votaciones de páginas feas donde regalan 1GB de espacio, o votaciones para un proyecto escolar, o tests de Facebook. Si voy a molestarlos con algo del tipo, definitivamente será con esto. No sé qué más decirles, por favor, anden.


Saben que los amo, y mucho.

Los amaré más!


Click aquí!

21 jun 2010

te voy a extrañar, Carlos



Me enteré de la muerte de Carlos Monsiváis en el medio tiempo del partido de España-Honduras del Mundial Sudáfrica 2010, el juego era peor que aburrido, se limitaba a España aplastando a una selección centroamericana que ni siquiera jugaba. Siempre me ha desagradado, y mucho, el futbol español: preferiría usar una playera de Estados Unidos que una de España: mientras que los gringos constituyen nuestro presente penoso, los baturros nunca han sido otra cosa que nuestro pasado absolutamente aburrido. No es sólo futbol: mientras que los estadounidenses, con todo y sus Starbucks y McDonalds y sus Obamas, aportan gran parte de la producción cultural de relevancia del mundo (y por favor, no hablo de Paul Auster ni Lost), a los españoles siempre les ha bastado con regocijarse en su pasado rupestre, lleno de toros ensangrentados y la eterna cacofonía que, irremediablemente, ha mermado su literatura y su música y sus construcciones mentales. Desde el principio me ha extrañado que Michel Houellebecq se exprese con cierto optimismo de España, aunque viniendo de un francés, debe de ser algo así como cuando un defeño visita Guadalajara. No, público del gremio, no me emocionaría irme becado a Madrid: no se me ocurre un arte más pretencioso y fuera de tiempo que el español (piensen en las galerías españolas de rigor en MACO cada año y estarán de acuerdo conmigo en que recorrerlas es tan emocionante como ir a una tienda de azulejos de las que están sobre División del Norte). Sin agregar la continua e injustificada exaltación a España como candidato para salir campeón de Sudáfrica (eso no va a pasar, lo saben, lo saben muy bien), el partido se resumía a ver a un matón escolar tallándole la cabeza a Centroamérica, por quien tampoco siento mucha empatía. Al medio tiempo del partido puse el cassette del soundtrack de la película de las Tortugas Ninja y hacía zapping en mute cuando, en canal 9, vi un féretro en lo que a todas luces era Bellas Artes y su foto, siempre triste, detrás; entonces me preocupé, puse stop y le subí al volumen de la tele: la preocupación no duró mucho, todo se hizo demasiado obvio cuando Elena Poniatowska se despedía de él en un estrado, leyendo de una hoja, bajando la boca en cada párrafo para acercarse al micrófono, en una especie de símil de respiración en público (de la misma manera en que algunos bateristas tocan como en zancadas). Yo me había tapado la boca y sentía un hueco en el estómago. Unos minutos después de la noticia, ya sin la mano en la boca, sentí una especie de culpa o bad timing. El año pasado volvía a escuchar mis cassettes de Michael Jackson tras años de no hacerlo, y un par de semanas después él, mi primer ídolo, moría. Este año la culpa podría ser más grande, o por lo menos de un gusto un poco peor: hace días, en pequeña visita a casa de Tamara, tuve el atino de regalarle una biografía Sunrise (sí, esas con las que hacíamos la tarea de niños). Le gustó tanto, y a mí me gustan tanto esas biografías, que quedamos en que compraría varias más y hacer un miniartículo vacilador para la revista (si no pasa nada extraño, hojeen la Gatopardo de Julio-Agosto en su Sanborn’s favorito –aunque todos son bonitos). Entre personajes como Colosio, Fidel Velásquez, José Luis Cuevas y Benedicto XVI, aparecerá Monsiváis, con su cara triste y humilde. Me imagino que hasta no ver el grado de vaciladorez que tendrá el miniartículo (y de esto, supongo, se hará responsable el departamento de diseño) no podré sentir ningún sonrojo, pero mientras tanto no dejo de pensar que Junio es el mes en que mueren mis ídolos.

Mi primer contacto empático con Carlos Monsiváis fue la mañana del 4 de mayo de 2004, el día de mi cumpleaños… y el de Monsiváis. Yo iba a la Enap en la tarde, de manera que desayunaba plácidamente en mi casa, veía (por cacicazgo sobre los medios de mi madre) Hoy, y pasaban las efemérides del día. Siempre me he quejado que nadie famoso había nacido el mismo día que yo, y ese día me enteré de lo que había ocurrido: nacía el sujeto que inventó el piano, los indios vendían Nueva York por cuentas de vidrio… y nacía Monsiváis. Me emocionó, de todos los personajes mexicanos que podían haber nacido el 4 de mayo, creo que Monsiváis era inmejorable. En aquel entonces, con 21 años apenas, nunca lo había leído, pero por las veces que lo escuchaba en televisión (por una u otra razón) me caía bien, se escuchaba como un incendiario elegante (que son, de hecho, los únicos incendiarios). Poco después tuve mi primer encuentro: en clase de Teoría del Arte, ante la evidente carencia de bríos por parte del alumnado (leíamos a Baudrillard con resultados más bien lentos), nuestro profesor había cambiado la lectura a otra que diera mejores bases, así que leímos Notas sobre la cultura nacional de Monsiváis, en un tomo editado por El Colegio de México. Explicaba cómo el 68 había cambiado la percepción de las personas ante el país, cómo ante la falta de cohesión nacional, la institución trataba de suplirla con orden y apego, mismo que se había desvanecido tras el dos de octubre. También hablaba del drama rural trasladado al drama del arrabal en las películas de los 40. En fin, Monsiváis era, comparado con las lecturas anteriores (Platón, Kant, Baudrillard, Schiller y esas madres), un acceso un poco menos común a ciertas ideas que eran necesarias (y también esas ideas eran nuevos accesos). Hubo un momento (prolongado por semanas de revisiones) en el que supe que me definitivamente gustaba Monsiváis: algunos de mis compañeros intelectualmente menos dotados (y en ese grupo no eran pocos, odié ese grupo como pocos) renegaban con los argumentos más fabulosos que había escuchado: se quejaban de que Monsiváis usaba las palabras más difíciles que encontraba para decir cosas bien simples. Cuando alguien, con mirada compungida y gesto abotagado, que parece de duda (pero nunca suele ser de duda), que leía de fotocopias y no sabía pronunciar los nombres de los directores de las películas de la Cineteca que veía, que iban al día de la danza al CNA, que cuando le preguntas qué música le gusta te dice que de toda (y eso definitivamente incluye cumbias), que ostenta la más grande cara de circunstancias que has visto te dice algo como eso, simplemente no puedes decirle nada, salvo que su comentario es lo menos intelectualmente dotado que has escuchado. Dadas las primeras lecturas del estudiante de artes visuales (textos pesados que no deben leerse una vez acabada la carrera), Monsiváis representaba un conjunto de ideas frescas disfrazadas de anécdotas difusas. Las mejores ideas siempre –siempre- son las que vienen disfrazadas. Cuando tu educación básica como artista comienza con dicotomías más bien groseras como la de arte-artesanía o con conflictos estéticos o callejones sin salida en términos de economía y posición (como ‘¿debo vender mi obra, necesito de un público para que exista?’ y así), se entiende –supongo- que toparte de frente con Monsiváis pueda ser difícil, pues se trata de ideas cuya aplicación práctica puede antojarse complicada (y eso se agrava cuando el 50-60% de los estudiantes se dedican al grabado, o como yo le llamo, el autobús de 1ª clase de la carrera de Artes Visuales). Mientras un creciente número de estudiantes se interesan en algo que ha terminado por llamarse ‘lo urbano’ en su trabajo y proyectos de tesis (no creerían la cantidad de gente que le interesa el tema en sus muchas variaciones en la escuela), la lectura del problema vía los libros de Monsiváis, un poco más allá de lo pintoresco de los edificios, el paisaje urbano y la gente pobre, suele ser, extrañamente, poco considerada. Es como si, cegado por el simulacro de las urgencias artísticas poco profundas (como los artistas que se esfuerzan por llevar comida a gente a la que no le interesa el arte pensando en que el arte hace trabajo social), uno pensara que los conflictos de la urbe son causados por los atinos y ocurrencias visuales o las injusticias sociales, ignorando las minihistorias, los microactos, los momentos usualmente despojados de la severa monumentalidad de las urgencias groseras, que son los que verdaderamente mueven a una ciudad (no, no voy a citar a Calvino, me gusta, pero este no es esa clase de blog). A diferencia de tantas voces autorizadas (encabezadas por escritoras seniles y escritores ancianos que viven de sus rentas) que, con la edad, cada vez les cuesta más colgarse el micrófono en los segmentos de opinión de los noticieros, Monsiváis siempre conservó el tono provocador e incendiario, insisto, con elegancia: cuando en la televisión se discutían grandes temas nacionales, ya fueran vergüenzas monumentales o celebraciones jubilosas, Carlos siempre se mantenía al margen del recuento grandilocuente, nunca echaba mano de la crítica fácil, nunca era el aguafiestas obvio, y sus comentarios siempre terminaban saliéndose por un punto que nadie había previsto, siempre manteniendo el tono mordaz, que siempre se agradecerá. Así como siempre acuso que el performance tipo Mike Kelley o Paul McCarthy es una cosa que simplemente no se da en este país a pesar de tener condiciones mediáticas y de consumo estructuralmente similares a las de Estados Unidos (cómo se reciban es otra cosa), es de celebrar que haya existido un agresor de la institución con tanta fiereza en un país que, casi por automatismo biológico, se prestaba con todo para ello y de los que, no obstante, tanto carece. Cierto, tenemos voces valientes y arriesgadas, como Fadanelli o Yepez pero, a diferencia de lo que se diría normalmente, que nunca habrá otro como Carlos, la verdad es que debería haber muchos como él.

Siempre he dicho y aceptado que este blog es una copia algo burda de David Shrigley y Mario López Landa (al menos cuando no se trata de complejas y prolongadas teorías sociológicas, como cuando les digo que Cortázar es peligroso y que Radiohead le hace daño al mundo), pero, de algún modo, siempre me ha gustado pensar que hay un algo de Monsiváis –en copia burda aún, sí- que me hizo comenzar con los posts mala onda que ustedes conocen.

Como se entenderá, una parte de mi gusto por Monsiváis viene de la incomprensión del entorno en el que lo descubrí, es algo que en su momento me enojaba y que aún lo hace. Hace unos años, en una fiesta en 2005 con MarioFlores y Tamara, les decía que cuando Monsiváis muriera entonces sí se iba a acabar todo (M.Flores dijo lo mismo que mis compañeros de clase, pero yo estaba comiendo papas). Con su muerte, todos los estados de Facebook y tweets jugarán una especie de nostalgia injustificada por su partida, en algo que no está demasiado cerca de la hipocresía pero sí lejos de una empatía genuina. Por eso, no sé si pueda hablar por todos, pero en lo que a mí concierne, Carlos, te voy a extrañar.

18 jun 2010

los mejores, aquí estamos, si nos buscan, allá vamos

Amo los mundiales, mucho mucho, en serio. Mi relación con el futbol es un sube y baja (dejó de interesarme de 1998 al 2006, cuando era joven y leía mucho y tenía novia y así), sin embargo, los mundiales son aparte. No sé cómo funciona, simplemente me atrapa. Mi primer mundial, pese a haber nacido en el 83, fue Estados Unidos 94. Cualquier cosa (en serio, cualquiera) de ese mundial me arranca los suspiros más hondos que han visto (si alguien tiene algo, una chamarra vieja, estampas, pepsilindros, un VHS con lo mejor, vamos, hasta una revista con estadísticas, lo que sea…), ver los goles, el grano semirreventado de las transmisiones, la tipografía y el diseño que usaban (con muchas rayas y colores planos), la pared azul enorme que delimitaba el estadio de Nueva York de la cancha, ver al loco Ravelli retando a todo el mundo, a Oleg Salenko metiéndole 5 goles a Camerún, Franco Baresi tapando todo en la final, las celebraciones de Romario y Bebeto, el Marcelinazo Bernal contra Italia, Rumania sacando a Argentina de octavos y el mundo, rabioso, sacando por la puerta trasera a Maradona del futbol tras dar positivo en el doping (recuerdo que mis compañeros de la escuela le decían ‘pinche drogadicto’, yo les decía que era un semidios en caída libre y ellos unos pendejos), horas y horas de transmisión en la tele. Ese año fue increíble, pero sé que el 60% de lo increíble de aquel año se debió al mundial. Este mundial, como se veía venir, tiene pocos goles y seguramente pocas sorpresas. Ya han pasado algunas cosas bloggeables, como que la prensa británica culpa a la exnovia del portero de Inglaterra por cortarlo justo antes de empezar el mundial y que por eso cometió el error que cometió; o que Buffon, tras haber jugado apenas 45 minutos contra Paraguay se pierde de todo el mundial, muy probablemente el último de su carrera. Los mejores partidos han sido los más cerrados, como el Italia-Paraguay o el Portugal-Costa de Marfil. También será el mundial de la tristeza negra: ningún anfitrión (en serio, ninguno de los 18 que ha habido) se ha quedado sin pasar a octavos de final, y todo indica que Sudáfrica será el primero, transformando la alegría generalizada en, no sé, en algo (ayúdame, Lear).

Mi momento favorito, el momento humano de Sudáfrica 2010, es este: viendo la repetición del Dinamarca-Holanda pasaban a los aficionados, y eso se traduce a holandesas guapísimas. En el momento de reflexión del partido (o sea, el medio tiempo) pensaba: ¿cómo será la vida del holandés promedio, con novias fuera de este mundo, es decir, cómo se conduce uno en la vida cuando tu medio ambiente femenino es semejante; en qué piensan los filósofos holandeses cuando regresan a la cama con su esposa holandesa guapísima, qué tanto les pesa el mundo cuando, en cualquier momento pueden decir: “ya me voy con mi novia holandesa guapísima”, o qué tipo de posición ante el mundo puedes generar cuando en cualquier momento puedes ir a reír sin reparo con tus amigas holandesas guapísimas, vivir la vida, la vida holandesa? Mi respuesta llegó al día siguiente: aficionadas holandesas (sí, justo las que pasaron en cámara en la tribuna) son vetadas de Sudáfrica por portar playeras de marcas que no patrocinan al mundial.



The French referee Stephane Lannoy didn't show any red cards to any player in the match between the Netherlands and Denmark.

However, 36 women were expelled from the stadium by the authorities.

This happened because they were wearing orange dresses. These dresses were part of a promotion by Bavaria.

Bavaria is a Colombian beer company, and it isn't an official World Cup sponsor.

"We were forced to climb the stairs, they were pushing us," said one of the girls. After being forced out of the stadium they were held in the FIFA headquarters for three hours and accused of covered publicity, which is illegal in South Africa.

"They said they were going to arrest us and put us in jail for six months," one of the girls said. FIFA assures that the women were South African, and not from the Netherlands, and says nobody was retained.

"Our logo is not on the dress," a Bavaria spokesperson said. "People should be able to wear whatever they want."

This isn't the first time something like this has happenened at a World Cup.

In 2006, Bavaria designed a series of pants and FIFA banned them from stadiums, causing many people to watch games in their underwear.

Bavaria might not be the leading company in beer, but if they continue to do promotions like this one, they will be the most talked about beer company in the World.

Eran modelos. Eso no hace del hecho un hecho más tolerable, pero sí pone un poco de justicia para mí, que veo el mundial en tv abierta en el sillón de mi casa y espero a que suene el teléfono.

Los quiero.

Bob

5 jun 2010

¿Recuerdan mi película del rebaño de ovejas que se hacen las muertas ante cualquier contacto? Ya tengo la escena final:

Uno de los puntos medulares es una inocua escena del granjero explicando cómo suelta al rebaño sin que lo detecten y ocurra el problema: camina de la casa al establo sin hacer ruido, se coloca detrás de las puertas y las abre con él caminando detrás de ellas, quedándose allí hasta que salen y llegan al límite de la barda, donde pastan, luego entra y hace lo que tiene que hacer (cambiar agua y esas cosas). En la última escena, el equipo de filmación quiere grabar ese momento siguiendo todos los detalles, así que siguen las acciones del granjero con dos camarógrafos a izquierda y derecha del sendero que recorren las ovejas, muy alejados, para no ser detectados, cargando las cámaras a ras de piso, en el campo de visión de una cámara siempre es visible la otra al otro lado. Al llegar al límite de la cerca, una tercera cámara pero no profesional, montada en un carro a control remoto, se va metiendo desde afuera de la cerca entre las patas del rebaño, muy lentamente, hasta que después de algunos minutos, detectan peligro y se dejan caer, sin más. Ahí termina la película y empiezan los créditos. La música corre desde que se abren las puertas hasta que el rebaño finge su muerte.


Click aquí para escuchar la música. Pónganla en loop.

4 jun 2010






siempre que recuerdo mi educación en la enap termino, invariablemente, en el mismo punto: fue casi traumática. aprender a pintar como yo aprendí es algo difícil, con la pequeña recompensa de formar mucho carácter. si diera clases haría lo que me hicieron, sé, de primera mano, que funciona. siento como si fuera dewey, el de malcolm in the middle, es que está escribiendo esto. como sea, no obstante mi relación difícil con la pintura, también estudié escultura. la clase de modelado y cerámica el ao siguiente siempre fueron como el recreo. acababa la clase de pintura y yo salía corriendo a escultura, entraba de malas y salía de ahí de buenas. sólo una vez me quedé después de clase para seguir pintando, pero todo el tiempo me quedaba tarde a escultura. no obstante, también me las arreglé para hacer de mi aprendizaje una cosa complicada. el caso es que a pesar de aprender a hacer escultura de manera normal, como dios manda, nunca me metí de lleno porque eso requería un espacio, y dinero, y mucha labor, y lo que hago me gusta que quepa en una mochila, así que nunca me compliqué.

cuando conocí el trabajo de thomas hirschhorn mi idea de escultura cambió de golpe y mucho. aunque a veces uso cartón y cinta y me gusta cómo se ve la pluma bic sobre el cartón, lo que más tomo de él son sus ideas rough, sobre accesibilidad, compromiso y esas cosas que no discutiré aquí porque ya de por sí me quedan repoquitos lectores. ahí me di cuenta que mi idea de escultura viene más de la manera en que se acomodan las cosas, pero nunca me interesaron mucho las cosas en sí, cómo se producían, sino en moverlas de algún modo.

si hay algo que merma la relación con mi madre no son los tópicos comúnes y vulgares de otros hogares, no, es algo más bien tonto (el tipo de cosas que tus amigas que tus amigas dirían que es una tontería), es su disposición de las cosas en el espacio. deja sartenes listos para que sean golpeados, cerillos justo sobre la puerta del refri, macetas, vasos y jarras justo al borde de caer. desde que reconocí esto me dije que si algún día me preguntaran de dónde viene mi trabajo diría que todo lo que sé lo aprendí de mi mamá.

el miércoles entrevisté a javier marín para echarle la mano a tamara en gatopardo, y una de las cosas que más me sorprendieron es que cuando le pregunté de dónde venían sus primeros accesos con la escultura me dijo que eran los mismos que los de cualquier otra persona, la misma idea de escultura como el david o la venus del milo. siempre he pensado que los principios de los artistas siempre son particulares, quizá no espectaculares ero sí particulares. el papá de jim lambie, por ejemplo, tenía una disco, y eso explica su trabajo y bien. yo nunca había pensado en escultura propiamente, porque nunca pienso en todas las cosas que siento que yo no podría hacer (p.ej., construir computadoras, hacer una película, lidiar con gente), pero pensándolo ahora, creo que mis primeros accesos sí eran más con la manera en que uno ordena las cosas. esto no quiere decir que mi trabajo como 'escultor' es del tipo de 'disponer objetos' (soy como muy hosco, necesito ver que hice algo para decir que eso es trabajo), pero la manera de disponer sí es una forma de construcción.

cuando vago por aquí siempre hay algo nuevo que hizo mi mamá, y como no tengo una cámara digital nunca registro nada de lo que hace. una vez hice un cuadro que amaneció en un marco. me tomó meses descubrir que mi mamá había clavado un clavo justo en el centro de una mandarina para asirlo al marco. a un plato de la catedral de westminster le puso un pedazo de papel aluminio para evitar que se viera un golpe, hace poco encontré un portavasos colgando de una tira hecha con alambritos del pan. le regalaron unos alcatraces artifiales todos horribles y arrancó unos cuantos para diseminarlos cerca de los portarretratos. desde hace unas semanas, puso un pliego de papel aluminio sobre la pared y hasta la fecha no sé para qué. siempre que leía entrevistas con artistas me entristecía un poco que siempre recalcaban un punto curioso en su infancia que marcó su educación (como que su papá era proyector en un cine, o su abuelo hacía muñequitos con latas de atún y así) y que yo no tenía nada de eso. creo que en este caso, de algún modo, aplica.

no sé por qué posteo ya, la pieza de la foto es de urs fischer.




los amo pero no tanto como siempre

1 jun 2010


apagué mi celular, y así se quedará un tiempo. no sé si sea algo así como ser sidharta en tu propia casa, pero era algo que debía hacer.

si me necesitan, estaré en casa. muy probablemente, viendo el futbol.

¿se han puesto a pensar que los artistas tipo mike kelley simplemente no pegan aquí? no pegan y no son producidos aquí, de hecho. estaba leyendo el review de una expo suya de finales del año pasado y te das cuenta que son cosas que nomás no jalan acá. es como los filósofos cubanos. cuando algún artista local se mete con cosas densas y medio friqui, por lo general se queda en la parte chistosa (como los encabezados de nota roja hechos en peluche, aunque no sé si alguien haya hecho eso, ojalá que no)

estaba pensando en que ya no me gustaba el helado, mi mamá luego compra del wal mart y se queda en el refri por semanas. ayer en casa de diego trujillo el pisanty (que ya es biólogo de verdad) recuperé mi amor con helado santa clara. se dan cuenta que mi blog es lo más anodino hoy día?

hoy sí hay foto de cortesía: es mi pieza favorita del maco de este año (el tapete, lo otro no), es de john bock, mi futuro artista favorito.



cosas que nos deberían decir cuando entramos a la carrera de artes:

-es más bartato en el centro
-la mitad del éxito en tu educación depende de con quién te juntas. chairos, lobos esteparios y banda ruda no sirve
-piensen en terminos económicos
-si se prenden con ace of base no pasa nada
-si son pintores desarrollen un mínimo de sentido del humor
-lavense las manos, tengan gusto, no saluden a autoridades con las manos llenas de tinta
-sonrían


veo demasiado pare de sufrir, me asusta

no sé qué escribir, quiero que empiece el mundial ya

podría hablarles del mundial del 94, es uno de mis mejores recuerdos de la infancia, pero no quiero aburrirlos


si me aman, entenderán mi aridez ideática y el que use palabras como 'ideática'. si no me aman, deberían, o no


los amo