29 mar 2010

your mind's a machine, it's deadly and dull

Leyendo una reseña de jóvenes y prometedores diseñadores de moda, me llamó la atención un par de chicas que dicen retomar patrones indígenas y retrabajarlos para, ya saben, resignificarlos sin vanalizarlos y encontrar una identidad nacional auténtica, moderna en pleno Polanco and guara guara. Lo más interesante del articulo (que no tiene fotos de bolsas ni chamarras ni nada) es cuando mencionan que los bordados originales son hechos por ‘comunidades’ de mujeres indígenas y que así su diseño tiene consciencia y equidad. Este tipo de visión, como si el pasado estuviera a millones de años de nuestra era, como eco de una historia totalmente inexistente, es la característica principal de esta nueva época en la que México, o al menos su juventud con poder adquisitivo, piensa que ya es parte del primer mundo. Piensen: la mayoría de nosotros (a menos que sean hijos de maestros de la ENAH y hayan crecido en Coyoacán) recibimos las artesanías y esas cosas como souvenirs en tierra propia. Muestra inefable: todos tus amigos chairos goeei. El pasado indígena (un pasado que históricamente es nuestro pero al que no necesariamente pertenecemos) nos parece leyenda de cromos de calendarios. Siendo un país del tercer mundo, somos lo suficientemente soberbios como para consumir el souvenir indígena de otras latitudes como si no tuviéramos el nuestro. Estamos en un punto entre el orgullo latinoamericano y la soberbia del desarrollo primermundista en tercer mundo. Incluso es un tópico económico: cuando se habla de incrementar los precios de algún servicio, por momentos, sólo por cortos momentos, vivimos en primer mundo. Se habla de subir costos y nos dicen que el metro en Viena cuesta diez veces más, que en Japón pagan el doble de IVA que aquí, que en Estados Unidos la educación cuesta doscientas veces lo que aquí, y con eso tenemos para decir: sí, me parece justo, lo que pagamos no es nada, y regresamos a nuestro iPhone para concertar cita en el Covadonga y pagar cervezas de $40. Lo que no nos dicen, pero sobre todo, lo que no se nos da la gana recordar, es que un vienés tiene una infraestructura cultural un millón de veces mejor que la nuestra, que un japonés, con todo y que Japón es el país que más días de asueto marca su calendario, entienden la palabra trabajo años luz delante de nosotros, que un estadounidense lee más de 0.4 libros al año. Como cabeza latinoamericana, y como hermano incómodo norteamericano, supongo que es una parte inevitable del desarrollo económico global. Como mi entendimiento de la cultura ancestral tampoco evade el ser un souvenir en mayor o menor medida, esto nunca me ha quitado el sueño. Me pesa más el hecho estético, el que la cultura milenaria sea un trend que se confunda tan fácilmente con la palabra, pesada y densa, posición. Regresando al tema de las diseñadoras que salpican sus creaciones indigenistas con el seductor toque de verosimilitud que da la mano de obra nativa, se me ocurre que la existencia de un trabajo remunerado como cualquier otro, de personas –casi casi- tomadas como animales místicos, se vuelve mágico, y cuando se vuelve mágico, al menos en cabeza de artistas, digamos, de ligas menores, como diseñadores o ilustradores, se vuelve o pretende volverse artístico, y cuando un acceso a lo artístico se basa en estos hechos místico-mágico, entonces hay un problema de entendimiento de prioridades culturales, explotación y autoría. Nada hay de malvado en pagarle a mujeres indígenas artesanas por un bordado que tienen toda la vida haciendo, sin embargo, cuando pensamos estar lo suficientemente lejos de donde de hecho estamos y vemos este trabajo como un acto mágico hecho por simios amaestrados, entonces merecemos lo que tenemos. ¿Qué tenemos? Ustedes lo saben mejor que yo.

Ya se acabó el Festival de México, del que tanto les hablo y durante el cual tan bien me la paso una vez al año. Estoy muerto, me duele la espalda. Vi a mucha gente por ahí, desde los hipsters que aún tienen una credencial de estudiante que inundaron Radar este año hasta mucha gente que tengo como contactos en Facebook y que no sé quiénes sean, o la gente de mi escuela de la que nunca me enteré qué hacían y a la fecha no me da curiosidad. Todos los eventos fueron memorables valieron la pena, en serio, y fui a cosas de danza y teatro después de décadas de no ir (cuando en la primaria te obligaban a ver las mismas obras feas en las que la maestra recibía comisión, en aquellos tiempos no teníamos computadoras y aprendimos a leer, no obstante). Por ejemplo, Hey Girl! me gustó y mucho, creo que por el hecho de no saber nada sobre teatro y que, cuando eres artista y eso, eres un poco más abierto (salvo los que no, pero esos no cuentan). Lo que más me gustó fue el hecho de que todas las lesbianas y directoras de asociaciones de género que fueron no salieron muy contentas que digamos, creo que esperaban ver más mujeres comunes analfabetas siendo golpeadas y metiendo a la cárcel al marido; una treintona a lado mío que iba con un extranjero que evidentemente consiguió en internet le dijo al terminar que “I don’t know, I think it doesn’t explore the woman identity”. Cuando escuché eso supe que no era yo, que Hey Girl! sí había estado buena. Saber si me gustó o no fue importante para mí, porque, como le dije a alguien, son dos cosas de las que no sé ni pito: teatro y estudios de género. El ciclo Kagel de Radar fue maravilloso, lo más increíble es que aparecieron muchas cosas no-musicales que te abrían el oído, cosas que al verlas en vivo podías entender que había muchas cosas que antes no estabas escuchando. Metamkine me hizo revalorar los proyectos que dicen que fusionan la imagen con el sonido, porque generalmente se trata de videos hechos por diletantes con música de dilleis que creen ser artistas sonoros. Boredoms fue, así, sin más, el mejor concierto de Radar ever, y me hizo querer tocar la batería y gritar un poco más. Tony Conrad se ganó mi corazón con su violín, su pedal y su discman al que no le sabía quitar el beep. Charles Gayle fue demoledor y muy difícil (entiendo que mucha gente pueda haberlo odiado). Fat Mariachi me gustó, próxima que toquen en algún centro cultural los iré a ver. Me empecé a sentir muy muy mal y me costó entrarle a KK Null y antes de que me diera cuenta estaba flotando, literalmente flotando. Pero eso no es nada, Bare Soundz de Savion Glover fue el toque que cerró el festival, está cabrón, tengo ganas de bailar tap, fui dos veces y en ambas salí impresionado. La clausura del festival fue rara: Bomba Estéreo estaba refeo, con las letras más lelas del universo (e’que tu me pone so jai carajo, e’que tu me pone so jai carajo) y con una vocalista que tenía cara de chaira a la que sientes que conoces de algún lado. Podía ser la chaira engreída amiga de alguien, o la chaira que vende empanadas en pasillo de filos, o la chaira que en cuanto acaba la clase se va corriendo y no se lleva con nadie. Nortec movió a la banda durísimo, yo pensé que ellos iban a abrir, no a cerrar. Estuve hasta el frente, en la zona de prensa, aunque por un error, realmente debimos estar en la zona VIP, pero cuando entró banda fea tipo Rulo de Reactor o Héctor –no le hace que se haya impreso mal, tú vende ese lote de discos- Mijangos, decidí que estábamos mejor allí. Estaba frente a la gente, chicas que se morían por Nortec, que les gritaban como si fuera Coldplay. Una cosa rara que creo que no me volverá a pasar en un rato es que, al no estar junto con el público, podías sentir cómo se movía el piso cuando brincaban. Está duro, no es como en un temblor, que se mueve el piso de lado a lado, sino de arriba hacia abajo, como si el concreto fuera flexible, como en un tumbling, de miedo, cuando pasaba mejor brincaba yo también. Tuve lo suficiente del Festival como para no empezar a pensar en el siguiente desde ahora y decir: Amén. Por mi parte, si quieren, como yo, que Radar traiga a Jim O’Rourke, usen en Twitter el hashtag #jimenradar10 (una iniciativa mía y desarrollada por Iván) ¿o qué?, si lograron lo de internet necesario, podemos traer a O’Rourke.

-¿Qué haces m’hijita?
-Mira mamá, estoy conociendo a mi diputado por internet. La maestra dijo que nuestros diputados nos representan hasta a nosotros, los niños.
-A ver
-¡Mira mamá, nuestro diputado estudió hasta quinto de primaria!
-Ahora miremos sus actividades, ¡mira mi amor!, nuestro diputado es dueño de una refinería en Zacatecas y dos tienditas en el Ajusco
-Y aquí dice que antes de ser diputado en nuestra zona lo fue en otros tres estados
-Y ha estado en 3 partidos distintos
-Sabiendo estas cosas estamos más tranquilas

A partir de que el régimen priísta se fue, llevándose la solemnidad y el secreto, nuestros pasos como sociedad que vive a lado de sus gobernantes van, poco a poco, a niveles de sanidad cada vez mejores. Antes, la sola idea de ver a tres candidatos a presidente pegándose entre ellos nos parecía imposible y casi risible. Desde 1994 a la fecha (o al menos son las elecciones más tempranas que recuerdo), nuestras campañas se han vuelto de risa loca, por ejemplo. Creemos que el camino a una civilidad medianamente vivible es, para empezar, la honestidad. Eso no quita el cinismo, así que nuestra honestidad es desparpajo, y si van a conocer a su diputado muy probablemente se rían, y mucho, pero, después, ay.


Leí que Steve Jobs dijo, cuando lanzó el iPod, que representaba un salto cuántico en el entendimiento de la música. Si a mí me hubieran dicho eso antes me hubiera evitado muchos posts largos y explayarme en mis conversaciones con gente a la que el iPod le da igual y dice que es un gadget como cualquier otro.



Por el momento, A Ghost is Born, de Wilco, se postula como mi disco favorito del año y hasta el momento nada parece que le vaya a quitar le puesto. Ni Happy Days de Jim O’Rourke, que aunque es maravilloso no es como para escucharse más de una vez a la semana, ni Vortex Temporum de Gérard Grisey que es densísimo. Uno de mis propósitos de Semana Santa es aprenderme las letras y cantar en el baño. Tengan unas felices vacaciones, las mías acabaron ayer, yo me voy a enclaustrar en mi cuarto-estudio. Los amo mucho a casi todos.

22 mar 2010

if I seem to you just a little bit remote, you'd feel better if you call me a misantrope

Hace varios meses empecé a escribir de varias cosas que, eventualmente, posteé aquí. Revisando un .txt olvidado, encontré un montón de cosas que, por obvias razones, no publiqué en su momento. Para no dejarlas completamente inútiles (nunca uso mis textos de los posts, los borro en cuanto aparecen aquí), las posteo de una buena vez. Reconocerán el mal gusto particular de estos textos, que son más bien preguntas hechas a base de ideas sueltas que, a la fecha, no tengo muy claras, pero digamos que ahora mismo tengo cosas más insoportables qué soportar. Las posteo en letra chiquita para que les dé flojera leerlos. Qué cosa tan increíble la cabeza del que publica algo que escribió, aunque sea en un blog, nunca sabe lo que realmente quiere. Yo sí, quiero un trabajo en el que me paguen por escribir esto, pero esas cosas no pasan. O no deberían.




* * *

Nuestra generación da por hecho que cualquiera puede hacer cualquier cosa. Que en base a esfuerzo y trabajo duro (y esto es parte de una ética antigua que, no obstante, persiste en la base de la clase media) merecemos todo. Esta lógica de desarrollo humano casi motivacional, plenamente moderna y progresista, trasladada al campo del consumo, se traduce en que cualquier persona tiene acceso a cualquier cosa, cualquier producto de consumo. Esto, pese a su fachada de intención social y emancipadora, no es más que un momento cualquiera del individualismo más voraz y puede ser visto incluso por el más obtuso. Me parece que hoy día, en que los accesos están tan abiertos que parecen succionar a quien se le ponga enfrente, en que los alcances son tan sencillos, es más importante afirmarse en base a lo que uno se niega a hacer que en base a las 'nuevas adquisiciones'.

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Tal vez el yo es una fantasía, quizá una persona aislada en su cuarto sin salir al mundo exterior no existe. Sin un contexto detrás, quizá el yo no tiene valor alguno. ¿Cómo es posible afirmarse a sí mismo en un estado de aislamiento semejante?

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No existen los universales, cualquier universal no es más que un acuerdo de la clase dominante, de la cultura del poder.

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El deseo y la competencia sexual es un universal. ¿Es posible negarse a esto y generar una posición mediante esta negación? Esta negación puede ser una afirmación. ¿En qué clase de mundo vivimos en que negar es afirmar? En uno que no se lee en base a criterios lógicos, la mayoría de nosotros nos relacionamos con el mundo irracionalmente. Esta es una salida y una alternativa.

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Pongamos un ejemplo exagerado pero útil: el fanatismo religioso, en el caso del catolicismo aquí presente: hay dos características básicas del fanático religioso: la autoadjudicación (indiscutible) de una superioridad moral enorme y una obsesión enfermiza con el castigo. Siempre he sentido que la religión católica, enseñada a un niño como el que fuimos, no deja mucho espacio para el desarrollo del sentimiento de culpa. La primera cosa que sentía ante las pocas autoridades religiosas que veía en la iglesia era que sostenían una especie de superioridad y esto nunca me gustó. Desde que tengo memoria, siempre me sentí fuera de lugar en la iglesia, siempre sentí que no debía estar allí, entre no merecer y no ser aceptado, mucho. Mi vida está marcada, en gran medida, por el sentimiento de culpa. Siempre me he sentido culpable en casi todas las situaciones, y este sentimiento que tenía en la iglesia es muy constante. Cuando la idea de pecado se me presentó en las clases de catecismo de los sábados por la mañana la idea de la vida ultraterrena y poner el marcador en blanco mediante la confesión me importaban un pito, lo que más me llamaba la atención era la idea de que casi todo lo que hacía uno era pecado, y esto trae, en la vida plenamente hedonista de un niño, una incomodidad. A menos que se trate de un niño previamente atemorizado, esta incomodidad nunca es reflexionada y no incide realmente en la vida inmediata ni posterior del niño. Ahora, muchos años después, pensándolo bien, una lógica tan consecutiva como la de falta-confesión-penitencia-pureza no te permite recapacitar en esta idea de culpa y genera una soberbia enorme. Piénsenlo en términos quasi domésticos: puedes pecar -y la aceptación de este término puede tomarse a la ligera incluso- y eventualmente confesarte. La penitencia que recibes es, usualmente y hasta donde tengo entendido, la repetición ridícula de algunas oraciones. Azotarse con una vara parece sólo un poco más estúpido que alguien hablando insistentemente con dios, en un drone interminable. Después de este castigo engañabobos, estás limpio y tienes el expediente limpio. Puede parecer una nimiedad, pero si recuerdas que desde el principio se te indica que este expediente es vital para tu vida final (morir sin confesión o nacer sin bautismo es camino directo al infierno -era 1993, no existía el limbo entonces), entonces, este juego de pena y castigo, por fútil que parezca, es importante. La idea de que puedes limpiarte con una pena, me parece, sólo puede generar soberbia. Desde niño, el primer sentimiento que experimentaba con las autoridades religiosas era que sólo eran superiores a mí por una especie de contrato social que nunca me gustó y con el cual nunca me sentí conforme. Cuando leí la definición de respeto de Pascal, que es básicamente tener miedo y distancia con el prójimo, sabía que era eso lo que había sentido. No desde mí, sino hacia mí.

* * *

Tal vez las religiones no sirvan para procurar el bien de la comunidad sino de la humanidad, y esta cosa no es algo concensuado.

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Una de las cosas que más me llama la atención de Thoreau es que no era ningún aventurero, no corría con los lobos y no era un lobo estepario. Era un sedentario con la cabeza muy fría, muy romántico quizá visto desde ahora, pero con la cabeza mucho muy fría. Thoreau no es muy conocido por estos cursos, me temo, por este aspecto discreto y poco emocionante. Si Thoreau fuera más contemporáneo, quizá un siglo posterior, diríamos que vivió muy poco, que se pudo divertir más, pero decir esto es una demostración demasiado vulgar de un hedonismo que no podemos sacudirnos. Hace poco escribí 'pareciera que mereciéramos todo', y me tardé mucho (pero mucho) tiempo en darme cuenta de a lo que realmente iba. Una educación en la que el sentimiento de culpa está ausente no sólo nos priva de sesiones más duras de autoconciencia: limita la posibilidad de crecimiento a una serie de logros. La terapia de grupo y las clases de autoayuda han dado su parte al mundo sacando de la inercia a algunos votantes estáticos, pero la idea de 'mereces todo, el mundo es tuyo' es producto de una soberbia que no sólo no tiene límites hacia adelante (cuánto más se puede obtener), sino hacia atrás. La idea de tocar fondo es la de una competencia perdida, no pareciera haber una parte de autoexamen implícita. Si el mundo es una cosa a la mano, la lejanía de poseerlo es una falta y un fracaso. En todo este trance, es casi imposible experimentar culpa. 'Pareciera que lo merecemos todo', creo, es una manera de decir que la auscultación personal es más cosa de negarse y mantenerse al margen que estar en todas partes. La idea de omnipresencia virtual (que ya no entiendo qué tiene de virtual) es un síntoma de esto. Por supuesto, entre le trabajo, el bar y el gimnasio no hay mucho tiempo para buscar el nirvana, pero, aunque sea por un momento, y esto es de lo más viejo y repetido que suelo decir, mantenerse inmóvil es, en verdad, un acto de resistencia.

18 mar 2010

his goal in life was to be an echo


Proyecto: hacer un documental falso en el que un rebaño de ovejas se hacen las muertas todas al mismo tiempo, lo que imposibilita todo contacto con sus criadores, que simplemente se sienten frustrados y no tienen ganas de seguir lidiando con ellas. El documental sería grabado en VHS en blanco y negro, y en una escena vemos un álbum que ha hecho el propietario en el que fotografía las posiciones del rebaño día a día desde el techo de su casa. Se llamaría Handicap.


Estoy escuchando mucho el A Ghost is Born de Wilco, no puedo dejar de escucharlo, en serio, por extrañas razones cayó poco antes del momento justo en que debía caer, y ahora es el soundtrack de mi vida. Va para disco del año, y estamos apenas en marzo, vean por qué escuchando este track y sobre todo, y si se atreven y no son nenas, este otro track.


Ya no quiero ser artista, quiero hacer películas, quiero ser como Harmony Korine y dar conferencias improvisadas en inglés poco elegante. El otro día, con traje y tenis de colores, dije esto frente a una de las poquísimas maestras de calidad que tuve en mi carrera. Ambos coincidimos en que los cineastas están un paso más allá, que simplemente tienen habilidades que uno simplemente no puede desarrollar (piensen en sus amigos artistas y seguro son lentos y nunca recuerdan nombres ni fechas, aunque eso es porque son unos tardos, a menos que estén pensando en mí, y si lo estás haciendo, te quiero). De pronto mi maestra dijo algo que me jodió toda la semana: hablando de cineastas, dice que a veces uno conoce a gente que no vive en el mismo ritmo de los demás, que tiene su propio centro de gravedad (como ese capítulo de Family Guy donde Peter es tan gordo que las cosas giran a su alrededor, pero en un sentido bueno). Dice que le fascinan esas personas porque simplemente no están en ese mundo. No estoy de acuerdo. Cuando uno es niño, a uno lo colman con comentarios halagadores, al grado que se empieza a asquear con ellos, a menos, claro, que el niño en cuestión en verdad sea un poco torpe y sin talento y aprecie los momentos, aunque insípidos, de aprecio de la comunidad. Desde niño he sido un ñoño que sabía dibujar, ese era yo. Me daban tan igual las calificaciones que en sexto de primaria reprobé una materia y no me di cuenta. Cuando la competencia aparece y no eres tú el que recibe los elogios termina dándote más igual todavía o volviéndote loco. A mí me dio igual. A la fecha, toda felicitación me incomoda en un pequeño grado, incluso las de mis cumpleaños. En esos momentos a veces hasta pienso que tengo ecolalia, pues cuando dicen “Y salud por Bob” yo sólo me pongo nervioso y digo “Sí, salud por Bob”. Cuando te da igual la admiración de los demás y resulta que un sujeto que olvida todo y saluda a todo el mundo es más interesante que uno, entonces uno piensa que tal vez ha estado jugando sus cartas de manera equipada. De niño, cada cosa buena en el mundo, pensaba que debía serla: creativo, yo, muy inteligente, yo, que debía leer, yo. Muy afortunadamente, mi mamá no era de las que le hacía fiesta a cada cosa que hacía, lo que me evitó la torpe necesidad de competir con todo el mundo. O creo que sí lo hacía, pero por alguna razón, mi cerebro bloquea las felicitaciones de mi familia, es como si no valieran. Los niños cuyos padres les hacen fiesta por todo terminan creyendo que el mundo se muere por darle aventón, y que lo merece. El otro día pensaba, ¿en qué momento apareció el verbo ‘merecer’? Lo odio. Como sea, cuando pienso en que esta maestra, de la que aprendí tantísimo, admira a los cronopios olvidadizos, me pongo un poco (sólo un poco) triste. Es como cuando hablan de Tunick en la televisión: es triste porque pareciera que uno, como artista, es a lo más que va a poder llegar en un país como este. Tal vez, como decía Houellebecq en Las Partículas Elementales, todos los seres humanos tenemos una cosa que hacer en el mundo, y esa es la manera en que uno existe en el mundo, con una cierta resistencia a cuestas, y es todo lo que uno puede hacer. Cuando, en tu vida, escuchas tantas veces que te dicen que te admiran y todo eso, piensas en todas las veces que te podrían invitar al cine, y al final, cuando haces cuentas, no te has divertido tanto como deberías, y está bien, porque uno pierde mucho tiempo en eso, uno confunde su objetivo, uno se corta el pelo cada quince días, olvida cosas, hace lo que siente que debería hacer, se compra un sombrero negro de esos que usan los chavos hoy día, como de retrasado pretencioso. Igual y Borges tenía razón cuando decía en Funes el Memorioso (mi cuento favorito ever) que postergamos lo impostergable (y eso es muy Pascaliano), pero Borges –y Pascal- siempre tiene razón.


¿Crees que la ecolalia podría ser una estrategia de sobrevivencia?


Cuando era niño me daba miedo ver mapas tipo google earth, ya saben, vistas tan grandes que la tierra parecía un mapa. Miedo es una palabra corta: me aterrorizaba ver estas imágenes. Sólo los ovnis y los extraterrestres me daban más miedo. Mi pesadilla más grande de la niñez fue una en la que subía a la azotea y había un ovni tan grande que no se veía el cielo, sólo mecanismos amenazantes. Muchos años después encontré el por qué me asustaban estos mapas:

El mapamundi. Contemplar el mapamundi es como mirar el fondo de uno mismo, el esquema de la historia del hombre. Es ver el esqueleto de la tierra. Lo que se advierte es inefable, sin significado para el pensamiento y la sensibilidad, hondo y lejano hasta la sangre. La comprensión intuitiva de nuestra tierra en el mapa, desliga la mente del contexto de razón que nos vincula al mundo en nuestra condición de seres de espíritu. Esa desencarnación produce el espanto de la soledad, nunca sentida en el aislamiento voluntario ni en las representaciones imaginativas. Quien no experimenta esa impresión orgánica y cósmica de la fatalidad examinando el globo terráqueo como astro, dentro de él sus masas sólidas como el soporte de una raza olímpica, y más adentro la vida como fenómeno momentáneo en la existencia de un astro, no puede entender el verdadero sino del mundo y del hombre. Ni puede explicarse cómo actúan las fuerzas biológicas para determinar las regiones en que la vida sobresaldrá o quedará estancada para siempre. Se acentúa esa glacial impresión que penetra por el ojo, como órgano de sentir el espacio, al pasar del hemisferio boreal al austral. Viajar es algo así como estar en el mismo sitio que el cuerpo ocupa; pero tener en la mano la esfera es mirarla con los ojos de Dios.

Ezequiel Martínez Estrada. Radiografía de la pampa. Edición crítica de Leo Pollmann, España, Archivos, 1991


No me gusta usar la computadora, últimamente me deprime. Sé que suena a comentario abuelo Simpson, pero es cierto. Me deprime ver los estados de Facebook de mis contactos, me deprime ver lo que el amor de mi vida hizo ayer con todo y fotos, me deprime ver, en un correo comunal, los mails de los amigos de mis amigos, me deprime ver los contactos del MSN, me deprimen los hashtags de twitter porque no sirven absolutamente de nada, me deprime enviar las invitaciones de los eventos de Radar porque veo las fotos ridículas de los contactos y sus nombres de mal gusto, me deprime conectarme y ver mi correo. Creo que ya había escrito esto. Ay.


¿Yo sería un buen baterista?


La verdad es que el buen gusto, contrario a lo que uno pensaría, te jode la vida. Cuando quieres que tu vida sea como en las películas y te das cuenta de que el mundo es absurdamente ramplón y no te decides a aceptarlo, tu vida se vuelve una especia de posición insostenible en la que pocas veces estás cómodo. Te hace obstinarte, y eso cuenta, pero no lo hace más fácil. Balzac decía que entre más horrenda es su vida, más la aprecia el hombre, y que así cada día es una venganza. En este mundo en el que nos mimamos tanto con cafés de Starbucks de $47, me gustaría pensar que la cita de Balzac tiene cierta vigencia diciendo que, al menos, en este mundo, uno se las arregla para estar incómodo todo el tiempo posible, y que eso cuenta.

14 mar 2010

lightly tapping

Proyecto: entrar a trabajar en eventos de entrada por salida (de organizador, edecán, volandero en ferias, demostrador), hacerme amigo de una edecán y hacer una película basada en su personalidad. Por sobre todas las cosas, no tratar de explotar sus aspectos básicos, como documentalista de tercer mundo, sino hablar de la edecán como ser humano.

I

Es curioso, una de las cosas que distinguirá a estas generaciones, incluida la nuestra, es que como seres humanos no perdemos una de nuestras fijaciones culturales básicas, la de querer abrir la boca, sólo que a través de la seguridad de la distancia que brindan las plataformas digitales (léase desde los estados de Facebook, pasando por los blogs hasta llegar al ad nauseam del twitter). Se ha escrito que las personas nacidas en los ochentas y finales de los setentas cargan la cruz del objetivo generacional más ridículo que podamos rastrear en todas las generaciones: ser famosos. Habiendo vivido el momento del nacimiento de la vida digital (llamada virtual por varios teóricos que no notan el mal gusto que la palabra conlleva), estas generaciones ven la posibilidad de la fama literalmente a la mano; mientras algunos se llevan una gran tajada de la noche a la mañana, los demás, con las mismas herramientas, se limitarán a tuitear lo que están comiendo y con quién y en dónde. Por supuesto, no todos queremos obtener un pedazo de notoriedad haciendo que se sepa nuestra opinión de cada mísero aspecto del mundo en el que vivimos, a mí incluso me incomoda que mis contactos de Facebook puedan saber a dónde fui a escribir cualquier tontería, pero las posibilidades, al menos tecnológicamente hablando, son más o menos las mismas para todos, y eso es lo que hace tan deseable tener 47 comentarios en tus posts o 3,000 followers. Por ejemplo, últimamente, con la enorme preponderancia del twitter como instrumento de contacto con los consumidores, muchos conductores de noticias, actrices y comediantes abren una cuenta de twitter para tener mayor contacto con sus fans. Aunque de manera exagerada, pensaba en que tal vez las televisoras están cavando parte de sus propias tumbas: la idea de inaccesibilidad y distancia necesarias para que una persona, cualquiera, detenga un cierto nivel de fama, se hecha a perder también en parte cuando puedes leer los chistes que eventualmente hace gente como Sasha Sokol en sus tuits. En el futuro, la idea de fama estará completamente viciada, seguirá manteniendo sus características principales (inaccesibilidad, distancia, deseo), pero perderá cierta distancia que acrecentará la batalla por la fama desde tu computadora. La idea de que todos podemos ser famosos seguirá en el aire, pero no será lo importante que se pensaba que sería cuando empezó (recuerden todo lo que se escribía sobre los blogs cuando nacieron), sino que será parte de la vida digital. O, como decía Douglas Coupland, eres visible o no eres visible. Esto no creará una aldea global más unida ni más cercana, pero sí prescindiremos de términos como aldea global, porque no necesitaremos distinguir entre contacto y persona. Hablaremos distinto (piensen en sus amigos k eskriben aci). De hecho, en el futuro la carrera de diseño y anexas se eliminará y dejará de existir como la conocemos porque las maneras de decir de la población mundial (al menos la de los países más o menos desarrollados) estarán enfocadas desde el principio a transmitir una idea de deseo y doble sentido, actualmente necesarias para comunicarse. Todos seremos publicistas natos. La literatura del futuro, la verdad, me llena de emoción, siento que hay una gran piedra allí, pero no seremos mejores seres humanos necesariamente. Técnicamente, no puedes comunicarte así, pero nadie dijo que nos estábamos haciendo más sencillos.

II

También hay que notar otra cosa: el 97% de estas personas que pretenden que se les escuche por sus tweets o sus fotos de letreros callejeros con faltas de ortografía, que de una u otra forma pretenden adquirir un cierto nivel de fama, hacen uso pleno del humor. Se ríen, parecen disfrutar la vida en demasía. Piensen en su tuitero o blogger favorito: es muy probable que les guste principalmente porque tienen un gran sentido del humor. Hay tres cosas bien importantes que dice Michel Houellebecq (oh sí, lo siento): Número uno, que si en los sesentas se leía tanto a Beckett, Sartre o Camus era porque se trataba de una época de bonanza económica, la gente podía darse el lujo de leer libros tristes porque la vida era buena en aquellos tiempos, que ni ustedes ni yo vivimos. Número dos, que pocas épocas como esta se ha perdido tanto el gusto por la vida, y nos repetimos a fuerza de una extraña capacidad de convicción que la vida es agradable y divertida, que nos lo pasamos bien, que tratamos de convencernos como nunca lo habíamos hecho. Y Número Tres, que el humor no nos salva, que uno puede afrontar la vida, toda su vida con una actitud humorística, pero al final la vida cobra su parte, que al final ya sólo queda el silencio y la muerte. Ninguna generación ha abusado tanto del sarcasmo (y esto se explica en el párrafo de arriba), nos esforzamos tan violentamente en fingir que todo está bien, que nos estamos divirtiendo, que construimos un bunker con el lastre de los días, ese mismo lastre del que un libro más viejo, de otros tiempos, más optimista, nos recomendaría deshacernos. O tal vez, como decía Oliveira (el director de cine, no el cronopio), que de hecho cita un texto de la historia antigua, tal vez sólo reímos para no llorar. El problema aquí, como seres humanos que viviremos por lo menos veinticinco años más, es la capacidad de llorar.

En esta parte debería citar la letra de Less than you think del A Ghost is Born de Wilco (Nonesuch, 2004), pero deberían buscarla ustedes. Así fue mi viernes y mi sábado.



Vi 50 segundos de Trash Humpers de Harmony Korine, es una mezcla de Matthew Barney sin presupuesto y el mejor Paul McCarthy; me urge verla!


Viajar es algo así como estar en el mismo sitio que el cuerpo ocupa

Ezequiel Martínez Estrada. Radiografía de la pampa. Edición crítica de Leo Pollmann, España, Archivos, 1991




no sé qué postear, me encanta el festival, estoy tratando de reaterrizar después de mucho mucho tiempo, mientras tanto los amo a todos ustedes

9 mar 2010

este post es una reseña de un disco, como si fuera un fanzine pretencioso pero con mejor gusto

A ver, la cosa es esta. Número 1: los amo. Número 2: no tengo mucho que postear, así que les paso este post que les incluye un disco entero del que NADIE podría no gustar, tienen mi garantía, si lo bajan y no les gusta les regreso su tiempo. Número 3: ya va a empezar Radar el viernes en CU! Vayan al blog dando click aquí y entérense de todo. Nos vemos allá, los amo (otra vez).


(aquí empieza el post)



En el último post dije que podría y merecería escribir todo un post –y de los grandes- del disco Bad Timing de Jim O’Rourke. Tomando en cuenta que últimamente no tengo mucho material para posts, me tomo la palabra. En los últimos meses mi vida se ha reducido a trabajar en casa y escuchar mis discos. Tomando en cuenta que mucha gente tiene el iTunes de la compu de la oficina prendido todo el día y escuchan música en su iPod de regreso a casa, escuchar tus discos en tu cuarto, técnicamente, no tiene mucho mérito a nivel de psicoanalista de Reader’s Digest. El problema es que últimamente, cuando estoy fuera de casa lo único que quiero es escuchar mis discos. Las últimas pláticas en las que he estado sólo pienso en música. Desde hace un tiempo siento como si estuviera en una especie de segunda adolescencia, y esto de sentir a tus discos como tu único refugio es muy de esa etapa; esto tiene que ver con mi trabajo, y mi trabajo tendrá que ver si esto es un acceso o es importante, ya saben, en mi proceso y esas cosas, cosas de artista, pero cuando sólo quieres escuchar tus discos a tus 26 años tiene que haber algo. Como sea, este es una reseña de uno de mis 5 sino es que de mis 3 discos favoritos, si no lo incluí en aquél post es porque no lo conocía, pero es maravilloso. Sobra decir que este es un post clavadísimo, pero todos los posts de este blog son clavadísimos. Algo me dice que los 5 lectores de este blog no lo frecuentan buscando recomendaciones musicales, aun así lo posteo. Además, como cuando hablo de cine, mis comentarios serán poco profesionales y sonarán pretenciosos. No obstante, un último apunte: el otro día pensaba en lo que les contaba en un post anterior: si yo fuera profesor de arte sería la onda. Una de las tareas que les encargaría a mis alumnos (y algo similar tuve yo al entrar a ese punto ciego de Dios llamado Enap) es que escribieran sobre su libro, película y disco favoritos, pero que no intentaran hacer una reseña o un texto crítico, que no trataran de usar el trabajo de alguien más para despuntar o ser tan soberbios como para creer que están haciendo algo importante (por este tipo de ideas el periodismo de música popular suele ser tremendamente anodino o tremendamente pretencioso) sino que hablaran de ello como algo que les gusta y que escribiendo de él lo pudieran compartir con el mundo, que hicieran que quien lo leyera se enamorara de ello (como los posts sobre discos de este blog). En resumidas y un poco ridículas cuentas, que se expresaran de ello con amor. La idea de amor en el arte generalmente es pasada por alto. Quizá uno de los artistas más firmes en él sea Thomas Hirschhorn. Como sea, trataré de escribir de Bad Timing de esta forma. Al final hay un link para descargar el disco. Si confían en mí –y deberían-, bájenlo antes de empezar a leer.





Jim O’Rourke (Chicago, 1969)


Bad Timing, Drag City, 1997, 44:10

1. There’s hell in hello but more in goodbye, 09:38
2. 94 The long way,
13:57
3. Bad Timing,
09:59
4. Happy Trails, 10:35


La obra de Jim O’Rourke abarca varios géneros perfectamente identificables en 3 rubros: el trabajo más accesible con tintes folk-pop (con momentos de varios tipos, casi siempre emocionantes, desde el rock hasta algo similar al jazz) de discos como Eureka, Insignificance o Halfway to a Threeway (y su trabajo con Loose Fur o Wilco es un muy buen ejemplo de esto también). Por otro lado, su faceta de músico netamente experimental incluye trabajos más o menos variados, desde el drone perfecto de Happy Days, la amalgama de decisiones que conforman Disengage o la electrónica de I’m happy and I’m singing and a 1, 2, 3, 4. Por último, el que podemos considerar su tercer y más reducido género es el folk-instrumental-americana que incluye, precisamente, a Bad Timing (al que la enorme mayoría tilda de ser un disco à la Fahey) y al que se considera su continuación, The Visitor, apenas del 2009, que a pesar de ser un disco sumamente honesto y llano, nadie reconocería como superior al primero. Bad Timing, para empezar por partes, es un disco instrumental principalmente para guitarra acústica, acompañada de piano (en la mayoría del disco), metales, guitarra eléctrica y procesamiento electrónico, éste último mucho pero muy sutil. Apareció el mismo año que Happy Days (Revenant, 1995) (y en parte, esto se reconoce) y dos años antes de mi disco favorito ever: Eureka (Drag City, 1999). Jeff Tweedy, de Wilco, se expresa de Bad Timing como uno de los discos que más le habían sacudido en los últimos cinco años antes de escucharlo, y fue lo que detonó el inicio de la colaboración con O’Rourke y la eventual creación de Loose Fur. Empiezo por este shock precisamente: lo primero que te golpea de Bad Timing es su aparente sencillez, que no es más que un disfraz para utilizar, como por debajo del agua, elementos musicales complejos, como la repetición, el ruido y una especie de composición en bloque, muy franca, que hace que todo transcurra de manera increíblemente fluida. En una entrevista, Borges confiesa que al principio de su carrera abusaba del adjetivo, de las afirmaciones severas, que gustaba del susto en la literatura, y que con el tiempo aprendió que no tenía por qué asustar a nadie. De la misma manera, O’Rourke es un músico que rebasa clasificaciones como la de ‘virtuosismo’ y no necesita desplegar todo un ejercicio físico de la música para lograr algo tan grande como lo que logró en Bad Timing. Nadie diría que Bad Timing es un disco basado en el virtuosismo musical, sin embargo, nadie diría tampoco que Jim O’Rourke no es un músico virtuoso: he allí la sutil diferencia. Bad Timing es el primero de una serie de discos que muchos consideran los mejores de toda su carrera (tres de ellos con títulos de películas de Nicholas Roeg): Bad Timing (1997), Eureka y Halfway to a Threeway (1999) e Insignificance (2001), además de la grabación en 2000 de Loose Fur, lanzado hasta 2003. Hay que tomar en cuenta que Jim hizo Bad Timing a sus 28 años, y si se escucha su trabajo de principios de los noventa uno nota que ya pasó por esa fase del despliegue de recursos técnicos de la que hablábamos (y la volcó a su exploración sonora, no a la interpretación de un instrumento) y que ha adaptado más una cierta idea de estrategia en música, y esto se nota sobre todo por lo sencilla que es la narrativa del disco, y es que, si un análisis de Bad Timing implicara tomar cada track y distinguirlo por algo en particular, sería extremadamente fácil: una overtura discreta, un climax que uno no lo considera como tal hasta que el disco no terminó, un puente entre el track 2 y 4 y un final concreto más o menos sorpresivo, como la prueba de fuego del que lo escucha. Sin embargo, dentro de esta sencillez de la composición en bloques O’Rourke logra desarmar al escucha, quitarle toda posible expectativa y sorprenderlo de principio a fin (si uno toma las primeras notas de There’s hell in hello but more in goodbye y las últimas de Happy Trails quedaría una ilustración abrumadoramente perfecta de esta expresión). Un escucha con expectativas, que cree que le han prometido algo, es el peor escucha para el que puede tocar un músico, porque está predispuesto a no experimentar la música, sino a pasar por ella, por no decir a pasarla de largo, como una especie de consumo forzoso. Un ejemplo: en el 2005 asistí a mi primer concierto de Radar con una chica que tenía una idea de cultura increíblemente estática y horrorosa. No entendía la música clásica, no le interesaba, pero le daba un valor enorme a ir a un concierto o a darle a un recital de piano o una opera el lugar que merecían, aunque no supiera ni sintiera cuál era. Era una snob en un sentido más bien regresivo, porque en cuanto la veías te quedaba claro que ella simplemente no se relacionaba con esa idea de cultura que pensaba que debía comprar, que no pertenecía a ella. En resumidas cuentas, que no sabía ocupar su lugar –que eventualmente ocupó y demasiado bien, casi se resignó. En el concierto, un recital para oboe por Christopher Redgate, se portó tan antipáticamente como pudo, llegó a contestar una llamada de celular. El concierto fue increíble, incluía piezas de Kagel, Stockhausen y Holliger. Lo odió, pero lo más notorio era que en ningún momento bajó la guardia, siempre se mantuvo a la defensiva ante este tipo de música. De regreso me confesó que ella podía con un recital de música de cámara, pero que esto era demasiado agudo. Le dije que ni siquiera sabía qué era música de cámara, estaba en el aire. Evidentemente lo tomó a mal. Este tipo de escuchas sólo saben reconocer patrones muy muy simples de algo que ya conocen, y no conocen la idea de experiencia en música. En el caso de Bad Timing lo que O’Rourke logra es una especie de doble ‘subversión’: estéticamente, el disco es precioso, es imposible de no gustar de él (como nota adicional, se lo regalé en su cumpleaños a una amiga que escucha cumbias por gusto, no sólo para bailar, o cosas tipo Fito Páez -odio a Fito Páez y toda la cepa de músicos argentinos que pasan desapercibidos entre rock y balada latina, simplemente no los soporto- y dos días después me dijo que wow, que era fan de O’Rourke), simplemente te enamoras de él, sin embargo, musicalmente es un disco muy complejo, y lo doble de esta ‘subversión’ radica en que esta música sirve como un filtro que, más que depurar, encubre los soundscapes, las capas de ruido y la repetición: en 94 The long way uno tiene que escuchar casi con audífonos para notar la capa de ruido detrás de todos los instrumentos, en Happy trails, lo que uno piensa que es una distorsión demasiado fuerte termina siendo dejada de lado ante la guitarra o, en el track 3, Bad Timing, uno no se da cuenta que el track consiste en una repetición hasta el cansancio de más de 8 minutos de una misma frase porque simplemente es increíblemente placentera de escuchar. Lo maravilloso de Bad Timing es esta facilidad de entrar por los oídos y, a través de esta forma, generar cosas más complejas de lo que parece que son.


(aquí había escrito un análisis track por track, pero una vez releído, es muy aburrido y es justo el tipo de cosa que hace que uno no quiera escuchar un disco que no conoce en lo absoluto)


Después de escucharlo durante algún tiempo, uno se da cuenta que el meollo, el climax de Bad Timing radica en sus momentos de repetición, en sus capas y capas de instrumentos que, pese a ser muchos, nunca se despliegan del todo, y apenas y dan idea de su presencia. Son leves, a veces casi generan una especie de soundscape análogo, como las partes de órgano en Bad Timing. En este sentido, todo parece ser el inicio o el final de algo, y lo que hace que el escucha no pueda hacer otra cosa que poner atención todo el tiempo es esta facilidad de adaptar la repetición a una idea de tema central. Es como si O’Rourke le prestara la música al escucha, como si no se la diera del todo. Esto se puede encontrar en canciones como Elegant Transaction del primer disco de Loose Fur o en canciones que parecieran no tener una estructura de verso-coro-verso, sino más bien tipo verso-puente-verso, como The Workplace de Halfway to a Threeway o Good Times y Get a Room de Insignificance. Lo increíble de Jim O’Rourke y su renuencia a estructuras narrativas convencionales es que cuando alguien con su entendimiento de la música escribe por fin una pieza instrumental con principio y fin y climax y diferentes secciones de instrumentos, suena casi como progresivo de lo complejo que es, pero nunca genera barreras ni distancias con el escucha por la franqueza de su música, como en Not Sport, Martial Art del Halfway to a Threeway. Al final, cuando lees lo que O’Rourke cree sobre lo que implica experimentar la música y no consumirla (lo cité en el post de mi top 50 de discos), te queda muy claro por qué hace la música que hace, y esas cosas las entiendes como artista, no como músico, y eso es lo que hace de su trabajo algo tan humilde y tan noble.


Pueden descargar Bad Timing dando click aquí o si falla aquí, o si sigue fallando googleén el nombre del disco + mediafire o rapidshare et al. No se acostumbren a las páginas o los programas, el mal vicio que nos dejó Napster no es de bajar música, sino de bajarla desde un programa. Ya, en serio, bájenlo, es maravilloso.


Muy recomendable si les gusta: Wilco, Loose Fur, John Fahey, los discos de Sonic Youth de la era O’Rourke (Murray Street, Nurse, NYC Ghosts & Flowers)







fin del post clavado, en estos días volvemos a los posts aun más clavados pero no musicales

4 mar 2010

además de ser modelo para varias marcas de ropa orgánica hecha a mano, ella se describe como una verdadera amante de los gatos y muy olvidadiza

fragmento de un diálogo de mi película sobre clavadistas amateur:

clavadista 1: no es deporte, es casi casi un espectáculo ridículo, pero como clavadistas deberíamos tenerlo al menos en consideración. Este sujeto puede saltar desde un trampolín de 8.9 m en una piscina de niños de 30 cm. de profundidad, de hecho en el registro de Guiness ni siquiera dice clavado, el record se llama ‘caída de vientre’. Es importante aprender de estas personas porque, para nosotros, como clavadistas, valen más por poder controlar su estómago durante la caída que por sumergirse elegantemente en el agua. No me interesa batir un record, no quiero ser un prestidigitador que sólo sabe hacer un truco, quiero ser un clavadista profesional, pero es importante prestarle atención a la caída de vientre por el estado mental que implica y por lo que un clavadista puede beneficiarse de esto.
clavadista 2: quizá, pero a mi todavía me da miedo la plataforma de 10 m.

He hablado mucho de mi amor por Jim O’Rourke en este blog y en el twitter cuando no tengo tuits mala onda que postear. Por cortesía de De La O entré a Wilco, a quien O’Rourke produce y con quienes colabora. Dentro de mi top mensual, A ghost is born, de Wilco (Nonesuch, 2004) es el favorito de febrero, y ya desde ahora, Loose Fur (Drag City, 2003) es el de marzo. Es un disco maravilloso. Con una alineación de Jim O’Rourke, Jeff Tweedy (Wilco) y Glenn Kotche, su primer disco mezcla al O’Rourke ruidoso que toca con guitarra en vivo y al O’Rourke más folk de Bad Timing (un disco del que podría escribir un post entero, y de los largos) o The Visitor. Miren, es precioso:

Be careful when you take a call for someone else
(Not a smart way to begin)
And get embroiled in someone else's life
(You don't know where that phone's been)

And don't strike a conversation with a cigarette
Like an old flame
Burned up
And out of breath

A slip of the tongue is all it takes
(It seems you need a helping hand)
To find yourself in someone else's place
(Back in the saddle again)

And don't pretend you don't know where it's headed for

A connection all the same

Exchange small talk about the good old days
(It seems they've done better than you)
Your stories match despite the different names
(I guess that all you heard was true)

And don't go along unless you've lost your way

A connection all the same
Like you're in love's cold sleigh

Loose Fur, Elegant Transaction, Loose Fur, Drag City, 2003

Lo escuché ayer mientras cruzaba esa colonia que está por el Estadio Azteca en donde las calles tienen nombres como ‘Mazatlecas’ o ‘Xochimilcas’, por el mercado de La Bola. Es una colonia fea y recóndita, por donde el camión debe pasar obligadamente, sólo para retomar su ruta a un par de kilómetros de donde salió después de no menos de 25 minutos. Y el camino fue precioso, no obstante. No creo mucho en eso de escuchar música en tu reproductor de mp3 como una especie de soundtrack de tu vida, pero sí en escuchar música en tu reproductor de mp3 para no escuchar a la gente en la calle. Hay canciones semi rockeras pero fuertes, como Laminated Cat, canciones 100% à la O’Rourke, como Elegant Transaction o canciones de esas bonitas como Chinese Apple, o cosas más bien extrañas, como So Long. Loose Fur es precioso, bájenlo, en serio. De La O: pronto.


Una de mis citas favoritas de Michel Houellebecq es esta, de Plataforma (2001):


Vivir sin leer es peligroso. Obliga a conformarse con la vida, y uno puede sentir la tentación de correr riesgos.


Yo no puedo leer, mal plan. Desde agosto que leí Martian Chronicles, de Bradbury (es increíble, poala, en efecto) no he podido tomar otro libro. Estoy atoradísimo con Walden, de Thoreau, voy como en la página 96 de 350, lo veo y no quiero retomarlo, y eso que quería hacer toda una pieza de ese libro, con instalaciones hechas con madera encontrada y dibujos enormes y fotos ampliadas muy muy grandes. Creo que ese proyecto por el momento no va a proceder. Incluso el de Sartre del que les hablaba, mejor lo dejé. El caso es que no leer es horrible, te hace que te acuerdes de todas las cosas que normalmente no quieres recordar y por eso lees. Es claro como el agua. El cuerpo es más pesado, te da más hambre, tu cabeza funciona más lento. Mucha gente de mi generación dejó de leer, no sé si como una especie de posición medio hedonista o estoica ante el mundo o por mera falta de tiempo y ganas, pero en mi caso me pega. Y mucho. Anoche agarré un libro algo grande pero que compré hace tiempo por $5 sólo por curiosidad: Cuento de hadas en Nueva York, de J.P. Donleavy. Si logro leerlo rápido es que puedo retomar mis libros. ¡Tengo Microsiervos de Douglas Coupland en mi librero y no lo he leído! El caso es que cuando pasas tanto sin leer entiendes la cita de Houellebecq horrible y atinadamente a-la-perfección. Y si lo mezclan con la letra de Loose Fur, entonces bienvenidos a mi mundo. Los amo.

Oigan, ya se viene mi cumpleaños, bueno, faltan dos meses, si quieren saber cuál sería el regalo chacharero perfecto para su blogger malaonda favorito, arriba a la derecha hay una lista en colores muy 90’s.

Prometo que el próximo post será más interesante pero igual y no mucho más divertido.