20 oct 2010

MINI POST-IT #17: mula con patines

Como ya les he dicho muchas veces a falta de mejores temas para este blog que, increíblemente, se sigue escribiendo (el día que llegue a 1000 followers en Twitter lo dejo, neta), suelo ver el programa este de Iniciativa México, aun cuando el Vasco lo anunciaba a la hora de La Jugada. Ya he expuesto mis perspectivas teóricas y mis quejas (como que no salgan edecanes chidas en el programa), y el otro día, viendo cómo eliminaban a más gente que parecería tener un proyecto máumeno factible me acordé del punto inicial de todos los posts al respecto y que, por alguna razón, como que nunca se me hace suficientemente interesante para hacer posts. No sé por qué les explico tanto. El punto es este: solemos decir, en nuestra calidad de país tercermundista que nunca pasa de octavos de final, que no hay dinero para hacer las cosas, no es un lugar común, para nosotros es, forzosamente, deporte nacional. Decimos que no hay dinero para que apoyen mi cineclub de cine independiente o para mi revista sobre la revolución que se prepara desde los campamentos de voluntarios que se van de vacaciones a la Selva Lacandona, pero la verdad es que siempre hay dinero, el dinero está en todas partes, calma. Hay dinero para organizaciones de graffiteros del oriente de la ciudad y hay dinero para un congreso sobre maltrato a menores en hogares rotos. Ok, en diferentes grados, pero hay dinero siempre. Hay personas que creen que comprometerse con algo es pagar el costo cuando se requiera, aunque suelan llegar tarde a las juntas y no se emocionen cuando alguien presenta avances. Enigüei. Me quejo del programa este no porque crea que están tirando el dinero sino porque se permite que monos amaestrados voten a favor de consolar a mujeres maltratadas en vez de desarrollar combustible posiblemente mejor. Ya he hablado de esto: mientras nuestros huecos que nos hacen sentirnos culpables nos rijan, necesariamente elegiremos a la señora golpeada, cuyo proyecto es una palmada en la espalda, para sentirnos moralmente en equilibrio o, como se dice, tablas, y nos olvidaremos del proyecto que produce algo nuevo y mucho más importante porque, casi por naturaleza, solemos menospreciar la capacidad de creación, porque simplemente no estamos familiarizados con la idea (y se los dice un artista, ojo). Es curioso como el ciudadano promedio prefiere comprar una televisión o una computadora nueva antes que entender la idea de reparación y desgaste, pero en los grandes proyectos nacionales (o las 'maquetas' sobre las que le toca decidir mínimamente) prefiere poner parches que crear algo. Y lo siento, pero sobar a drogadictos arrepentidos o personas golpeadas es poner parches morales.
Este post se llama Mula con Patines por aquél capítulo de los Simpsons en donde hacen el monoriel: el sujeto que los estafa llega diciendo que un pueblo con dinero es como una mula con patines, nadie sabe cómo los consiguió y nadie sabe qué hacer con ellos. Mi punto es que siempre habrá dinero (no tanto como para que después de tocar varios sectores más o menos urgentes llegue algo a Cultura o Ciencia, pero si lo que queremos es ver un flujo de dinero, siempre lo habrá), pero las personas elegidas para administrarlo no van a dejar de ser humanos y, si les dan ganas de sobarse, no hay motivo para pensar que no se van a sobar. Ojo, esto también se los dice un artista, y en esto es más evidente. Por ejemplo, en el último año de mi carrera se abrió una especie de taller de proyectos. Para quienes no sepan, ese punto ciego de la Unam llamado Escuela Nacional de Artes Plásticas vive en el medioevo, con talleres a la vieja usanza y maestros del oficio que en su mayoría no son propiamente artistas y nunca les interesó serlo, por lo que la idea de un taller de proyectos (a saber, un sitio donde se platica de tus proyectos y te sugieren diversas maneras de solucionarlos desde una perspectiva no basada en el oficio) se antojaba muy atractiva. El proyecto se llamaba La Colmena, y en cuanto salió la convocatoria (dirigida exclusivamente a gente de mi grado), me dije que no podía entrar porque, en primer lugar, se pedía un proyecto y nunca he sabido trabajar así (yo voy haciendo varias cosas al mismo tiempo, en ese sentido soy algo disperso) y, en segundo lugar, porque no me agradaban los profesores, que constituían el mayor atractivo del taller y que curiosamente eran profesores conocidos como 'muy buenos profesores'. Se trataba de un grupito de cuarentones conocidos como los profesores más de avanzada de la escuela y por ser particularmente carismáticos. Uno era un artista conceptual frustrado que ahora se dedicaba al cacicazgo estudiantil y a hacer proyectos de 'Arte Público'; otro era un profesor que dedicaba un semestre entero a hablar de un libro de Schiller y que al parecer era del tipo de profes 'que hablaba mucho', ya saben, de esos que, como un comediante, no se cansa de ejecutar su papel una y otra vez los últimos veintitantos años y que, por cierto, era un pésimo pésimo pintor; otro era un pintor un poco más interesante pero no menos irrelevante, callado, discreto, de esos maestros de los que hasta las chicas más inteligentes se enamoran (y lo digo por algo) y según se dice, muy buen profe; y finalmente el último era un pintor mediocre que vivía de sus rentas desde los 80's. Curiosamente, el 95% de los amigos o compañeros más o menos importantes que hice a lo largo de la carrera intentaron entrar. Cuando eran las entrevistas, afuera del salón parecía una fiesta cuya invitación había declinado. Recuerdo que a uno a quien siempre le cargaba carrilla le grité 'cuando estés frente a ellos imagínatelos desnudos'. Las ventajes de este taller eran varios, la mayoría atractivos: un taller sólo para el grupo (de manera ilegal, valga decir, solapado por el director, otro burócrata de profesión), lo cual te daba dos talleres si ya estabas en otro, sesiones extensivas de plática de los proyectos ridículos de los demás, un sentimiento forzado de 'somos de avanzada'. También había contras, como sentirte tonto por estar en un taller comandado por artistas retirados o por estar obligado a comer en grupo. Eso ocurrió hace 3 años, y desde entonces todos los alumnos más o menos de avanzada (estoy siendo sarcástico, por cierto) van a La Colmena. Aclaro algo: encontrar el camino propio de una artista se hace en base a esfuerzos y coincidencias, en suerte de estar en el lugar y el momento indicado, en encontrar tus fuentes donde nadie te dice que las vas a encontrar, en un interés genuino por encontrar otras maneras de relacionarse con el mundo aparte de los cuadros y los grabados, un poco en patearle o querer paterale el culo al mundo, y no a partir de un sentimiento colectivo de 'estamos avanzando'. Uno de los profesores en cuestión (el artista conceptual frustrado) es quien lleva todo el taller, básicamente, y es quien ahora lleva a los artistas que todavía siguen a su mando. Este sujeto, es bien sabido, te puede colocar en casi cualquier museo y conectarte con mucha gente que parte el queso en nuestra liga llanera de arte contemporáneo, pero también es sabido que, básicamente, tienes que ser su perra y dedicarte a proyectos de performance, arte público (léase ir a comunidades a pretender ayudar y mirar a los pobladores con curiosidad étnica). Hemos visto cómo a artistas declaradamente mediocres se les regala el premio de Arte Joven (y $100,000 no se desprecian nunca), cómo a artistas "Phony" se les dan exposiciones individuales, como a performanceros de medio calibre se les dan puestos para dar clases en centros culturales relativamente importantes (ya saben, de esos donde se hacen conciertos) o cómo a estudiantes de profesión les dan trabajos en galerías chic. Le decía al greñas una vez: ok, sí, estaría padre exponer en la Saps y tener palco reservado en los concursos y convocatorias de Conaculta, pero, ¿a qué precio?, uno no puede forjar su carrera en base a golpes de suerte al entrar a foros donde es complicado entrar, y (y este es el punto de este post) ¿qué esperanzas te quedan cuando te das cuenta que estás sumergido en un sistema cultural que premia a estos sujetos sin talento? Tienes que salir de él y resignarte a la idea de que estás produciendo algo que no será valorado aquí. La cosa es que estamos tan lejos de la idea de creación, reconocimiento y valoración básicas para construir un aparato cultural (o de cualquier otro tipo) que tenemos que hacernos a la idea de ver cómo los pocos recursos que suelen otorgarse suelen darse a lo menos peor. ¿Boicot al verdadero talento, luchón y bieintencionado? Para nada, simplemente (sí, simplemente) no tenemos a los administradores indicados, porque tampoco sabemos bien a bien cómo producirlos. Un artista frustrado no debería, 1, arrear artistas, 2, designar dineros, 3, tener decisión en menesteres importantes. Así como tampoco debería permitirse a la gente (sí, La Gente) decidir aunque sea mínimamente si le damos dinero a un científico-empresario o a una consoladora profesional. Pero el dinero fácil (y es una manera de referirnos a las oportunidades fáciles) siempre es atractivo. Como decía Molotov (a que no se esperaban que citara a Molotov), no somos ningunos pendejos... pero sí somos menos.

3 comentarios:

Iniciativa México dijo...

Quedan 5 finalistas quienes tendrán que cumplir un nuevo reto. Lo siguiente que queda es apoyarlos www.iniciativamexico.org

O.M.A.R. dijo...

Jajajaja, que cagado que te comente "iniciativa méxico".
Y al parecer la colmena sigue juntando abejitas para la colecta de miel.
Es curioso, pero esta vez realmente disfruté el post.

Iniciativa México dijo...

IMx busca convocar a los mexicanos a reflexionar sobre nuestro país: generar discusiones profundas, propiciar acuerdos, rescatar y difundir la labor de aquellas personas y organizaciones que, desde el anonimato, han estado trabajando a favor de México. Da seguimiento a los proyectos finalistas: www.iniciativamexico.org