18 mar 2010

his goal in life was to be an echo


Proyecto: hacer un documental falso en el que un rebaño de ovejas se hacen las muertas todas al mismo tiempo, lo que imposibilita todo contacto con sus criadores, que simplemente se sienten frustrados y no tienen ganas de seguir lidiando con ellas. El documental sería grabado en VHS en blanco y negro, y en una escena vemos un álbum que ha hecho el propietario en el que fotografía las posiciones del rebaño día a día desde el techo de su casa. Se llamaría Handicap.


Estoy escuchando mucho el A Ghost is Born de Wilco, no puedo dejar de escucharlo, en serio, por extrañas razones cayó poco antes del momento justo en que debía caer, y ahora es el soundtrack de mi vida. Va para disco del año, y estamos apenas en marzo, vean por qué escuchando este track y sobre todo, y si se atreven y no son nenas, este otro track.


Ya no quiero ser artista, quiero hacer películas, quiero ser como Harmony Korine y dar conferencias improvisadas en inglés poco elegante. El otro día, con traje y tenis de colores, dije esto frente a una de las poquísimas maestras de calidad que tuve en mi carrera. Ambos coincidimos en que los cineastas están un paso más allá, que simplemente tienen habilidades que uno simplemente no puede desarrollar (piensen en sus amigos artistas y seguro son lentos y nunca recuerdan nombres ni fechas, aunque eso es porque son unos tardos, a menos que estén pensando en mí, y si lo estás haciendo, te quiero). De pronto mi maestra dijo algo que me jodió toda la semana: hablando de cineastas, dice que a veces uno conoce a gente que no vive en el mismo ritmo de los demás, que tiene su propio centro de gravedad (como ese capítulo de Family Guy donde Peter es tan gordo que las cosas giran a su alrededor, pero en un sentido bueno). Dice que le fascinan esas personas porque simplemente no están en ese mundo. No estoy de acuerdo. Cuando uno es niño, a uno lo colman con comentarios halagadores, al grado que se empieza a asquear con ellos, a menos, claro, que el niño en cuestión en verdad sea un poco torpe y sin talento y aprecie los momentos, aunque insípidos, de aprecio de la comunidad. Desde niño he sido un ñoño que sabía dibujar, ese era yo. Me daban tan igual las calificaciones que en sexto de primaria reprobé una materia y no me di cuenta. Cuando la competencia aparece y no eres tú el que recibe los elogios termina dándote más igual todavía o volviéndote loco. A mí me dio igual. A la fecha, toda felicitación me incomoda en un pequeño grado, incluso las de mis cumpleaños. En esos momentos a veces hasta pienso que tengo ecolalia, pues cuando dicen “Y salud por Bob” yo sólo me pongo nervioso y digo “Sí, salud por Bob”. Cuando te da igual la admiración de los demás y resulta que un sujeto que olvida todo y saluda a todo el mundo es más interesante que uno, entonces uno piensa que tal vez ha estado jugando sus cartas de manera equipada. De niño, cada cosa buena en el mundo, pensaba que debía serla: creativo, yo, muy inteligente, yo, que debía leer, yo. Muy afortunadamente, mi mamá no era de las que le hacía fiesta a cada cosa que hacía, lo que me evitó la torpe necesidad de competir con todo el mundo. O creo que sí lo hacía, pero por alguna razón, mi cerebro bloquea las felicitaciones de mi familia, es como si no valieran. Los niños cuyos padres les hacen fiesta por todo terminan creyendo que el mundo se muere por darle aventón, y que lo merece. El otro día pensaba, ¿en qué momento apareció el verbo ‘merecer’? Lo odio. Como sea, cuando pienso en que esta maestra, de la que aprendí tantísimo, admira a los cronopios olvidadizos, me pongo un poco (sólo un poco) triste. Es como cuando hablan de Tunick en la televisión: es triste porque pareciera que uno, como artista, es a lo más que va a poder llegar en un país como este. Tal vez, como decía Houellebecq en Las Partículas Elementales, todos los seres humanos tenemos una cosa que hacer en el mundo, y esa es la manera en que uno existe en el mundo, con una cierta resistencia a cuestas, y es todo lo que uno puede hacer. Cuando, en tu vida, escuchas tantas veces que te dicen que te admiran y todo eso, piensas en todas las veces que te podrían invitar al cine, y al final, cuando haces cuentas, no te has divertido tanto como deberías, y está bien, porque uno pierde mucho tiempo en eso, uno confunde su objetivo, uno se corta el pelo cada quince días, olvida cosas, hace lo que siente que debería hacer, se compra un sombrero negro de esos que usan los chavos hoy día, como de retrasado pretencioso. Igual y Borges tenía razón cuando decía en Funes el Memorioso (mi cuento favorito ever) que postergamos lo impostergable (y eso es muy Pascaliano), pero Borges –y Pascal- siempre tiene razón.


¿Crees que la ecolalia podría ser una estrategia de sobrevivencia?


Cuando era niño me daba miedo ver mapas tipo google earth, ya saben, vistas tan grandes que la tierra parecía un mapa. Miedo es una palabra corta: me aterrorizaba ver estas imágenes. Sólo los ovnis y los extraterrestres me daban más miedo. Mi pesadilla más grande de la niñez fue una en la que subía a la azotea y había un ovni tan grande que no se veía el cielo, sólo mecanismos amenazantes. Muchos años después encontré el por qué me asustaban estos mapas:

El mapamundi. Contemplar el mapamundi es como mirar el fondo de uno mismo, el esquema de la historia del hombre. Es ver el esqueleto de la tierra. Lo que se advierte es inefable, sin significado para el pensamiento y la sensibilidad, hondo y lejano hasta la sangre. La comprensión intuitiva de nuestra tierra en el mapa, desliga la mente del contexto de razón que nos vincula al mundo en nuestra condición de seres de espíritu. Esa desencarnación produce el espanto de la soledad, nunca sentida en el aislamiento voluntario ni en las representaciones imaginativas. Quien no experimenta esa impresión orgánica y cósmica de la fatalidad examinando el globo terráqueo como astro, dentro de él sus masas sólidas como el soporte de una raza olímpica, y más adentro la vida como fenómeno momentáneo en la existencia de un astro, no puede entender el verdadero sino del mundo y del hombre. Ni puede explicarse cómo actúan las fuerzas biológicas para determinar las regiones en que la vida sobresaldrá o quedará estancada para siempre. Se acentúa esa glacial impresión que penetra por el ojo, como órgano de sentir el espacio, al pasar del hemisferio boreal al austral. Viajar es algo así como estar en el mismo sitio que el cuerpo ocupa; pero tener en la mano la esfera es mirarla con los ojos de Dios.

Ezequiel Martínez Estrada. Radiografía de la pampa. Edición crítica de Leo Pollmann, España, Archivos, 1991


No me gusta usar la computadora, últimamente me deprime. Sé que suena a comentario abuelo Simpson, pero es cierto. Me deprime ver los estados de Facebook de mis contactos, me deprime ver lo que el amor de mi vida hizo ayer con todo y fotos, me deprime ver, en un correo comunal, los mails de los amigos de mis amigos, me deprime ver los contactos del MSN, me deprimen los hashtags de twitter porque no sirven absolutamente de nada, me deprime enviar las invitaciones de los eventos de Radar porque veo las fotos ridículas de los contactos y sus nombres de mal gusto, me deprime conectarme y ver mi correo. Creo que ya había escrito esto. Ay.


¿Yo sería un buen baterista?


La verdad es que el buen gusto, contrario a lo que uno pensaría, te jode la vida. Cuando quieres que tu vida sea como en las películas y te das cuenta de que el mundo es absurdamente ramplón y no te decides a aceptarlo, tu vida se vuelve una especia de posición insostenible en la que pocas veces estás cómodo. Te hace obstinarte, y eso cuenta, pero no lo hace más fácil. Balzac decía que entre más horrenda es su vida, más la aprecia el hombre, y que así cada día es una venganza. En este mundo en el que nos mimamos tanto con cafés de Starbucks de $47, me gustaría pensar que la cita de Balzac tiene cierta vigencia diciendo que, al menos, en este mundo, uno se las arregla para estar incómodo todo el tiempo posible, y que eso cuenta.

1 comentario:

Magrathea. dijo...

Sí, a mi también me deprime pero todo me deprime, creí que era la única, seguramente fué por imbécil o egoísta o por las dos.

Ya no publiques tus ideas sobre los cortometrajes, porque un día te las voy a robar.