2 jul 2008

Morton Feldman examinando una alfombra



Les dejo este link para que escuchen A very short trumpet piece de Morton Feldman. Escuchen a Morton Feldman, por favor. Vean fotos de él y seguro les van a dar ganas de escucharlo. Es increíble cómo una persona con ese rostro tan amable, de rasgos tan gruesos y lentos, con sus lentes de fondo de botella, pudiera escribir música tan increíblemente densa, pero de verdad, no conozco cosas más densas que Feldman, siempre que lo escucho me imagino como un bloque de concreto gigantesco, muy alto, al que se le quiere cortar con un alambre y mucha fuerza. Si les gustó, he aquí más piezas.
El segundo obsequio (a falta de post) es más Byrnamm traducido.
Escuchen a Feldman mientras leen a Byrnamm.
Los quiero. Lo saben.
* * *
Wyatt Byrnamm (1959-1994)
Fragmento de Omega (1987)


(...)No siento un punto de inicio, no veo las posibilidades de ira, resentimiento, frustración o melancolía; puedo ver, con cierta tristeza, valga decirlo, cómo las imágenes de todas las emociones más viscerales pasan frente a mí, sin instruirme. También puedo ver, y en esto valdría la pena detenerme un poco, que tampoco puedo hacerme un escenario mental de un posible desenlace. Tengo desventajas insalvables, casi naturales. Naturales, de hecho, sí. No veo hacia donde habría de dirigir un repentino movimiento, algo simple. Un sujeto de repente se entera de la existencia de otro ente que le está esperando en algún punto del espacio, entonces resuelve levantarse y correr hacia ese punto. Realmente no resuelve, obedece. No veo muchas cosas, y esta relatoría de daños no lo es en realidad. No siento la diferencia entre estar aquí y estar en otro sitio. Estoy hablando en primera persona, no puedo deshacerme de eso, y es doloroso, también. Para cuando he de decidir si puedo o no estar en este intersticio, suponiendo sensaciones o conclusiones precipitadas, ya habrá de ser demasiado tarde. Suelo llegar tarde una hora o dos a la vida de las personas. En esto se he habrá de ir más de una opción: una opción a controlar, una opción a resistir pasivamente los embates de mi propia memoria, una opción a observar detenidamente los progresos de mi caída, una opción a detenerme y resentir los errores. He cometido errores, claro, pero hasta el momento, todavía, puedo decir que estos errores han sido pasos en falso. No me he dado cuenta, ahora lo sé. Nunca antes había pensado en la posibilidad de que todo se derrumbase, pero ahora es increíblemente vívida, tangible. Ahora puedo ver cómo todos los momentos de vulnerabilidad se aglutinan en el mismo marco y se detienen en su recorrido. Una pausa antes, siguen andando. La posibilidad de un golpe abrupto siempre ha estado allí. Desde hace tiempo me siento como un témpano de hielo con varios puntos en latente estado de explosión; una vez que estallen, todo volverá a estar tranquilo. El problema, si es que hay un problema realmente, es que nunca me había preguntado si yo tengo algún papel decisivo en estas detonaciones, nunca antes había pensado que yo podía gobernar en mí mismo, y es horrendo, asfixiantes. Ahora mismo vuelvo a la imagen del témpano y sigo creyendo que hay zonas volátiles. Los sinónimos se me escurren de las manos y eso no evita que tenga la certeza de todo esto. La tengo. Veo una escena repugnante, pero no puedo acabar de formármela, no puedo entender cómo es que esta incompleción resulta ser mi mayor desventaja. Puedo suponer (cuando menos) la posibilidad de mi propio pánico, pero no puedo recrearlo. Ahora mismo vuelvo a intentar repetir la imagen y sigue siendo desoladora, me sigue pareciendo insalvable, sé que no depende de mí, sé que no tendrá que ver conmigo, sé que no podré decidir en ella, sé que seguiré arañando la puerta hasta que me dejen entrar pero sé bien que tal acceso me está completamente denegado. Sé, y esto es lo más triste, que nunca, por ningún motivo, habrán de estallar esos puntos, que permanecerán congelados, mientras la urgencia y los gritos ensordecidos por un movimiento perpetuo, inútil, continúan. Puedo ver que no me he movido en mucho tiempo, y puedo ver que no me estoy moviendo ahora mismo. Los momentos de un pasado falso me acompañan, las ilusiones de un futuro repentino y espontáneo son absurdas: no entrará en el cuarto de improviso, no me reconocerá entre la multitud, no aparecerá de repente, esperándome. Sé bien que no. Ahora mismo estoy pensando en esto, en esta distancia inmensurable y, sobre todo, en cómo mi escala no concuerda. Los espacios vacíos no son llenados de ninguna manera, nunca fueron llenados, pero en dicha imagen podría pasarse una vida entera. Ya ha pasado, y estoy esperando a que algo remueva entre los escombros. Nada. Por el momento he presenciado, con sorna, debo confesar., cómo mis fuerzas se precipitan en círculo hacia un centro imaginario y desaparecen. Esto es lo que me toca ver, y es precisamente lo que me queda. La melancolía es provocada, casi fingida; la sorna no. Tiene muchos años que miro desinteresadamente por la ventana y todavía no resuelvo abrirla. El ruido se amortigua, los golpes quedan materializados en una vibración acompañada de algún movimiento brusco pero controlado. No es una opción el abrirla. Sigo pensando en ella, en la imagen, y en mi ausencia en ella. Nada pasa. Todo sigue en un estado de animación suspendida de la cual yo sólo soy un espectador. Los negocios que forman las decisiones que hacen la vida habrán de ser resueltos por alguien más, nunca he tenido que preocuparme por eso, siempre habrán de resolverse, siempre por alguien, por alguien más. Mientras corro no tengo que frenarme para detenerme porque todo corre a la misma velocidad, puedo ver todo desde dentro, todo. Y es parco. La lluvia, allá afuera, sigue la trayectoria normal y no veo movimiento. Veo que algo cede, pero no alcanzo a distinguir si soy yo. Puede ser que esté cayendo, pero de todos modos no podría darme cuenta. Tampoco podría cerrar los ojos. No sé si metería las manos. Con el paso del tiempo he aprendido a observar el movimiento externo imitándolo, y sé que algo que cede necesariamente se mueve, siempre. Los recuerdos de cada paso en falso dado en el pasado resultan sintomáticos, y se repiten sin ser demasiado aparatosos, no obstante es imposible evitarlos cuando se repiten. Existe un espacio donde uno podría aprender, donde uno debería mirar lo que ha ocurrido y rectificar, decidirse por cambiar la actitud de otros tiempos y generar una confianza o una voluntad (y aquí la palabra se reviste de un cariz de importancia), pero resulta que ese espacio se ha vuelto un rincón. No es un área plena, abierta, lista para que las cosas sean repasadas, sino un espacio muerto donde los movimientos son escasos, donde los entes apenas caben. Sin embargo, ese es el espacio donde uno se mueve, no otro sino ese. Ese espacio incómodo, casi residual (y amargamente testigo) de decisiones tomadas en otro momento es el espacio donde uno ha de conducirse el tiempo que queda. Por supuesto, uno está forzado a hacerse cargo de uno mismo, sin embargo, la relación guardada con el afuera no está delimitada, y entre lo minúsculo de nuestra franja de acción y lo inmenso del campo exterior adonde uno es lanzado ocurren los errores, los fracasos, la infelicidad, el miedo, el deseo. El deseo. Aunque también pasa (y esto es una condición inquebrantable) la euforia y la posibilidad de la alegría. Desde esta zona marcada, uno mira hacia los lados y se encuentra con ideas ya conocidas: reflejos de una estancia por tiempo indefinido, la sensación de que la vida se diluye y se va, impasibilidad ante las propias heridas. Me he hecho a la idea de que no seré parte de nada importante, y esta idea ni siquiera se modifica. He visto, con paciencia, cómo cada acto reflejo se debilita, cómo cada aparición de dolor confunde su fuente; he suscitado la idea del llanto pero es inoperante, no es posible, no es una opción. Mientras cuento los minutos que pasan en un reloj que no tengo a la mano, al que no he dado cuerda yo, separado de mí por un cristal o una visión transparente (y por ende inexistente) que al mismo tiempo me esconde, me doy cuenta que estas visiones no van a cesar. No van a manifestarse bruscamente, no se aparecerán cuando todo esté en un punto de quietud constante. La quietud va a seguir, la línea de la horizontal permanecerá pétrea. Sin embargo, lo que desde aquí semeja la piedra, en vivo, de cerca, fluye, se mueve, se siente (ha de sentirse) y raspa, daña horriblemente. Las heridas no son tales, sino recordatorios de esta visión a lo lejos. Lo que pasa en el frente de ataque es palpable en el plano de batalla; el territorio antecede al mapa. Los más mínimos movimientos implican la movilización monumental de bloques humanos sólidos, lentos, sanguinolentos. De frente a ellos, la mirada se levanta y todo se vislumbra desde abajo, absolutamente todo. La pesadez de su traslado, lo abigarrado de sus partes (o al menos aquellas visibles desde una escala humana) te hacen pensar que quizá nunca podrías moverlas tú solo; pero ya lo has hecho. Estás encima de otro bloque, que a su vez está encima de otro, y tus movimientos son insignificantes y cruciales. Un traslado de traslados. Y en este ensayo de vida, ocurren las decepciones, las aspiraciones, los anhelos, la felicidad, la felicidad más simple(...)

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Oye buen hombre...
¿Y donde consigo el texto entero?
Me encanta. Salivo el teclado y ahora me arde más el dedo rebanado.
Quiero, por favor, gracias, jale, empuje, no corro no grito.

Ōkami dijo...

ay, que bonito recibimiento en ese blog!!

Ōkami dijo...

este, quise decir :$

sirako dijo...

sí bob, vas a tener que rolar unas copias Yeah!

Anónimo dijo...

Changos, el público siempre pide copias, yo me sumo. No sé aún si Byrnamm suena a Bob o Bob suena a Byrnamm, pero gusta la combinación. Chido Feldman. Saludos.

Jo dijo...

por dios.... "Puedo ver que no me he movido en mucho tiempo, y puedo ver que no me estoy moviendo ahora mismo. Los momentos de un pasado falso me acompañan, las ilusiones de un futuro repentino y espontáneo son absurdas"

mi diestra sigue tartamudeando un juego de copias por favor ...

slurp. ya me quede babeando por su culpa

Mario Vela dijo...

es interesante, pero la idea es mas non grata, creo que de eso se trata lo efimero, de buscarle un sentido...




saludos!

Anónimo dijo...

Lo volví a leer y me volvió a gustar. Como es muy grande para estamparlo en una playera, lo imprimo y me lo engrapo en la cabeza.