9 mar 2008

LE DOUX MIEL DE L’HUMAINE TENDRESSE

Thomas Hirschhorn / Poor Tuning / inauguración: jueves 13 de marzo 20:00 hrs. / Kurimanzutto / Juan de la Barrera 116



El viernes por la mañana le pedí una engrapadora a una amiga del taller. Dos días antes hice lo mismo, le dije que lamentaba tener que pedírsela cuando yo tenía una en casa, con la caja casi llena de grapas, pero que no la tenía en el taller y sólo la llevaba cuando sabía que la iba a necesitar y que, en este caso, no lo había previsto. Ella pareció algo molesta pero no en serio realmente, digamos que se sentía timada. Pero también es cierto que hoy día todos salimos timados de algún modo.
El caso es que ese día, sin poderlo prever tampoco, volví a necesitar una engrapadora. Me acerqué a ella y le dije, anticipando la posibilidad de la broma, “¿Si te pido tu engrapadora lo verás como un timo o como un mero préstamo?” Y ella, algo llena de coraje, me respondió que como un timo; traté de neutralizar la escena y le dije que si de todos modos me la prestaba. Algo debió ser verdaderamente molesto para ella, en particular, pues me dijo que no, que me prestaba la engrapadora pero nada más. Le dije que le repondría las grapas, es cierto eso de que tengo una caja semi llena en casa. Fue firme: me prestaba la engrapadora, yo conseguiría las grapas. No me dio tiempo de que la atmósfera se llenara de una cierta hostilidad, me di la vuelta y le dije que estaba bien y me enfilé a la bodega, donde, de hecho, encontré una caja llena, pero eran un poco más gruesas y no le entraban. A fin de cuentas me dijo que a ella no le solían negar nada y que me la prestaba con todo y grapas. Yo, en un pleno acceso de estupidez, le pregunté: “¿nada?”. Sí, soy un imbécil. En este tipo de momentos no me suele quedar mucho por hacer. También es cierto que en el pasado he hecho mal las cosas. Esta amiga mía es una persona particularmente buena y amable, y yo, ya lo he comentado antes, soy un mamón hijo de puta. Poco a poco uno va minando la confianza de los demás o por lo menos su simpatía. De un tiempo a la fecha, juro que no es mi culpa, me he comportado no demasiado bien con casi nadie. No he proferido palabras ni acciones lamentables contra nadie pero tampoco puedo decir que soy muy simpático. No conozco mucho, pero estoy lejos de ser simpático.
El punto es que, tras el incidente menor de las grapas –creo que ni siquiera es incidente-, tuve que replantear los errores. La noche anterior, en mi agitado frenesí, creo haberle respondido con un “Déjame en paz” cuando ella sólo trataba de aconsejarme en esos niveles tan leves y tan sencillos que el consejo realmente no es tal, sino una mera palmada en el hombro. Especifico: yo buscaba con vehemencia, entre un montón de personas, el encuentro con alguien que acababa de dejarnos, a ella y a mí, solos. Ella, con una sonrisa en la cara, me dijo que me convenía estar tranquilo para cuando ella volviese (yo traía cuatro cervezas encima y una agitación que hace tiempo no experimentaba), y yo me limité a decirle (juro que con humor, tal vez no el más divertido pero humor a fin de cuentas): “déjame en paz”. Ella dijo “Oh” como cuando alguien exclama “¿Quién te entiende?” Y según yo nada había de malo en ello. Yo estaba por demás nervioso, en una especie de reversión del frenesí. Es lindo, no obstante. Hemos intercambiado frases más directas e intimidantes, la mayoría con una sonrisa de por medio. Pero el viernes, día raro, me quedé pensando que tal vez ya he apretado demasiado fuerte. De un tiempo a la fecha es más fría conmigo. No sé, me siento miserable, más que de costumbre. También yo soy un marica en estas cosas. Mi maestra dice que soy muy sensible; yo digo que la sensibilidad se te va a los 22, después todo es relatoría de daños. En la tarde, mientras caminaba por la calle con el cuello adolorido rumbo a casa, pensé: “No estoy en condiciones de enamorar a nadie, tengo un montón de desventajas”. Y es cierto. Y por personal que esto suene, no lo es. He allí lo más triste del asunto. No pienso dar mucha pelea, la verdad.
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Escribo esto mientras espero que mi sopa Maruchan esté lista para ser comida; son las 00:25. No es que sea muy comestible, me queda claro, pero a esta hora no tengo demasiadas opciones. El inventario de la ingesta de hoy es amplio, tengo las venas repletas de azúcar. Me tomé 1.585 litros de jugo Jumex (en su mayoría Pau-Pau), más tarde un montón de dulces (puñados de ellos), un vaso de Coca Cola y mucho alcohol azucarado (Bailey´s y así). Ahora mismo la sopa Maruchan me parece casi aburrida. Se supone que iba a dejar de comer esas porquerías, que me iba a cuidar y a poner bien mamado, que me buscaría una novia, pero sólo tengo 24 años y varios puntos en contra. Me duelen los nervios. No sé cómo sea que te duelan los nervios, pero tengo la sensación que puedo ver las puntas del trazado del sistema nervioso brillando en azul intermitentemente.
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El viernes pasado un sujeto moreno se asomó al taller preguntando si podía entrar a vender dulces. Me voltearon a ver y dije que sí, que se supone soy la figura de autoridad en ausencia de la primera figura de autoridad, lo que me da un bonito poder intimidatorio que no me atrevo a usar. Entonces comencé a lamentarme: el sujeto, un antillano que seguro venía de intercambio escolar (mi escuela está llena de dominicanos y demás centroamericanos) entró gritando y abordando violentamente a cada persona que tenía a la vista: “Oye, chico, te traigo unos dulces sabrosísimos, que te van a poner alegre, para endulzarte la vida”. Si la venta se veía difícil, insistía o se dirigía con la misma ferocidad a quien tuviera cerca, sin piedad. Una amiga, evidentemente atraída por la curiosidad ante el tropical, se le acercó con una sonrisa descomunal y se le quedaba viendo como si de un animal raro y fascinante se tratara (seamos tristemente realistas, para el contexto, lo era). La venta, al parecer, tuvo sus complicaciones: “¿Un peso?, ¿Un pesito amiga? No, ¡esa no es vida!”. Casi todas las miradas se enfocaban en el foráneo, que se desplazaba de mesa en mesa con su canasta de mimbre y su cuerpecito de 50 kilos más o menos. Hace un tiempo yo sufría horriblemente por una chica que me acababa de mandar al carajo (moraleja: no sean sinceros si no son espontáneos, y que esta sea una enseñanza de vida). Mi sufrimiento no radicaba tanto en el desplante y la soledad y demás, sino en que, cuando comenzó a tener cierta vida social, empezaba a contarme, con muchísimo encono, de esta y de su nueva veneración hacia los bailarines. No sé si lo he mencionado, pero me imagino que se deduce con claridad que no sé bailar. Ella se refería a unos negros (negritos, decía) que trabajaban en un antro llamado Mama Rumba que sacaban a bailar con bestialidad a las clientes. En fin, un ritual de cortejo altamente profesional. Yo me deshacía por dentro, no sé de qué, pero terminaba algo deshecho. Nada más. El caso, ya se habrá advertido, es que me irrita esa desbocada pasión tropical por la vida, esa necesidad de mover el cuerpo al hablar, de competir entre machos, de abordar con demasiada autoestima al mundo. Desconfío de cualquiera con demasiada autoestima. Cuando más joven, leía los cuestionarios de mis libros de orientación educativa donde podías saber si tenías una buena autoestima o no y yo me esforzaba por tener una autoestima excelente. La verdad es que cualquiera que se quiera demasiado todo el tiempo tiene mucho de mentecato. Como sea, mientras el sujeto daba saltos por el taller yo esperaba que no me abordara. Ya tenía listas mis excusas para mi amargada negativa a la compra: “Buena actitud, pero no gracias” ó, “no puedo, soy diabético”. Salí del taller unos segundos, como si el asunto en verdad fuera una especie de molestia. Regresé y jamás me atacó. Me pregunto si esta gente se cansa en algún momento. Ustedes son más listos que yo, no se alarmen. Tal vez mi mamá tiene razón, uno expele “mala vibra” y eso ahuyenta a la gente y a las oportunidades. Espero que eso no me pase con
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En un capítulo de los Simpson, cuando Homero se hace astronauta, va al espacio y lo echa todo a perder por una bolsa de papas (ese jodido culto a la espontaneidad, caray), Marge, su precavida y en consecuencia aburrida esposa, le cuenta, en un orden escrupuloso, todos los sentimientos que tuvo hasta unos días antes del despegue: incertidumbre, ansia, duda, intranquilidad, en un largo etcétera. Yo procedo:

Euforia
Felicidad
Esperanza
Fe
Miedo enorme
Cautela
Decepción
Infinita tristeza
Nerviosismo
Autocomplacencia
Temor
Anhelo
Coraje
Sangre fría
Intranquilidad general


Espero que el siguiente sea Valor
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Idea para una novela que sería leída con avidez por esta generación aburrida y que yo publicaría bajo un pseudónimo. Tras su mediano éxito regalarían copias vía mensaje de celular en las estaciones de radio locales:

Una chica de 23 años vive con su novio. Ella trabaja en un periódico y escribe con pasión sobre la escena indie en México. Tiene la convicción de que existe una escena local, asiste con júbilo a la consagración de esas bandas antañas que ahora resultan ser predecesoras o pioneras y de las cuales nadie decía nada y con más ímpetu aun a la entronización de esas bandas nuevas, cuyos integrantes son más jóvenes que ella. Reseña con entusiasmo cada miserable concierto como si su pequeña e intermitente columna colada en un periódico cualquiera hiciera la diferencia. Su novio, poco más de un año mayor que ella, no se inmuta ante nada de esto, le tiene sin cuidado. Él no tiene un solo tatuaje en su cuerpo y la idea de hacerse algún tipo de perforación nunca le ha cruzado la cabeza. Con el tiempo, ambos descubren su incompatibilidad. Ella comienza a inmiscuirse con algunos miembros de las bandas que todavía son accesibles y a asistir a sus fiestas, en casas de alguno de ellos, en zonas plenamente clasemedieras, lo que le dibuja un panorama de empatía y de sueño hecho realidad. El tema principal de la novela será explorar las diferencias entre una generación anodina, empeñada en vivir una vida que les han dicho que es emocionante y novedosa y otra que se siente demasiado vieja demasiado pronto. Su novio, que representa el sector aburrido y poco espectacular de la juventud, no llega a involucrarse demasiado, lo más que llega a comentarle es que le parece increíble que estos jovencitos nunca hayan escuchado a Sonic Youth, pero realmente le da igual. Él idolatra, entre otros, a Thurston Moore, pero entiende muy bien que su idolatría está contenida en sus recuerdos de post adolescencia y que es saludable. Al final de la novela, salpicada amablemente de sarcasmo y humor frío pero agresivo, ellos siguen estando juntos, después de haber roto y reconciliado casi sin esfuerzo. No sé cuál sería el contenido general de la obra, quizá que una generación está condenada y la otra un poco menos, hablar de la veneración de la juventud y la nostalgia de otros que han envejecido sin madurar del todo. Sería una novela dolorosa, pero nadie lo notaría. Como sea, yo no soy escritor. Y el periodismo de rock me parece irrelevante, con las contadísimas excepciones que ya he comentado.
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El América ya me ha rebasado en cuanto a sentimientos encontrados se refiere. El enojo cedió paso a la indiferencia y de allí a la tristeza honda. Hoy, mientras veía cómo sucumbía ante el San Luís pensé en que ya qué más da. No haber visto ganar al América en un buen tiempo es como dejar de masturbarse una semana. Justo esto le contaba a tres amigas (todas al mismo tiempo). Después de los tres días ya ni te acuerdas cómo era. Lamentablemente cedí al octavo día mientras estaba en internet. Uno es hombre. Lo chistoso es que una de estas tres chicas que le tocó escuchar de mi record más bien no me conoce. Recién la agregué en el hi5 y me puso un comentario que dice lo siguiente:
ahí le dejo un poco de ociosidad para aquellas horas de intensa soledad y por cierto a ti nunca te felicitepor su colectivo ,felicidades
Y adjuntaba un video de youtube (bien fino, lo admito) en blanco y negro donde una chica se encuera poco a poco. Me puso de buen humor. ¿Es buena idea contarle a una chica que prácticamente no conoces que no te has autogratificado en siete días? Yo le advertí que podía retirarse y evitar el perturbador comentario. Hoy comienzo mi nueva marca. Más detalles después.
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El martes pasado todo ocurrió demasiado rápido. Fui a la conferencia de Thomas Hirschhorn en el Tamayo y me quedé impávido. Estaba frente a uno de mis ídolos y había llegado tarde a la conferencia por el puto transporte. Cuando llegué estaba repitiendo algunas de sus frases más conocidas e inteligentes (Less is less, more is more; Energy: yes, Quality: No!). Al terminar, en la sesión de preguntas y respuestas, sudé y me atreví a pedir el micrófono. Nunca hago preguntas en las conferencias, pero tenía que decirle algo, lo que fuera. Pedí el micrófono, me paré para recibirlo y me quedé de pié. Cuando comencé y todos los cuellos se dieron la vuelta para verme, raro, no trastabillé ni, creo, dije ninguna tontería. Temblaba violentamente mientras me respondía, tuve que poner una mano en el respaldo de mi asiento, ni siquiera recuerdo bien qué me respondió, pero sí recuerdo que la mayoría de lo que dijo ya lo había previsto o leído en algún lado. Me tranquilicé cuando De La O, Jud y Diego Teo me dijeron que mi pregunta estuvo bien. No pude abordar a Thomas Hirschhorn el jueves, en la inauguración, pero trataré de hacerlo este próximo jueves. Sólo quiero decirle gracias. Es algo muy simple pero imperiosamente necesario para mí. Luego, más tarde ese día, saliendo de la conferencia, tuve otro acceso de euforia y confianza, algo muy agradable. El martes fue un muy buen día, a diferencia del miércoles, que fue horrible, horriblemente difícil.

13 comentarios:

El Mareo dijo...

Concluyendo, estás tan acostumbrado a estar bajón que no sabes cómo dejar de estarlo.

Eso, y probablemente seas el primer mamífero de sangre fría nacido en México: prometo procurarte un iguanario y unas galletitas Creeper Treats.

No pude ir a tu inauguración y me enteré de lo del radio ayer, lo siento mucho, mano. Un abrazote y muero porque salgas de tu pedo bajón para reír y jugar y aventarle bolillazos a las palomas de CU.

Anónimo dijo...

Caray, amigo Bob, esa incontinecia verbal de sus posts es tan disfrutable. ME gusta el rollo de la novela, pero evidentemente le falta más sexo; otra cosa podría suceder cuando enfrente a estos dos modelos de juventú y descubrir, quizá, que entre la intrépida y el aburrido no se hace uno, por eso quedan juntos. Del américa ni hablar (pero como bien dice su merced, tampoco llorar). Algo de extraño encuentro entre el último comentario que dejó en mi blog y este post, qué nivel de montaña rusa maneja, amigo Bob, que aquel día desfogaba alegría y hoy la intranquilidad nostálgica priva. En fin, en fin, saludos.

Unknown dijo...

ah lo mas interesante de ese estado de bajón permanente es el darte cuenta de que aunque te has convertido en un ser humano despreciable tus amigos siguen queriendote y pensando que " es una racha" y que " se te va a pasar"
saludos

patricka dijo...

Yo te agregue por msn ahora que lo recuerdo, jaja y no te he visto! Era mera curiosidad de conocerlo más.
Mmmmm necesita novia? Sabe, yo terminé mi relación hace mucho o poco tiempo, no sé, el caso es que no lo superó jaja pero ya quiero entablar otra relación, no por sacar clavo, simplemente por sentir algo por alguien y sea reciproco.
No sea tan mamón y se me hizo una exageración que casi le prestará esa mujer solo la grapadora, es no es algo estupido? Al menos, yo siempre prestó, es educación.
No sé no sé y ya me lance con este comentario Bob

Anónimo dijo...

Je, je, je, oiga Bob, aquí me veré como amigo impertinente y dirè que el comentario de arriba ya es una propuesta, decorosa o indecorosa, pero propuesta, je, je, je. O sea: iiiiuuuuu!

El Mareo dijo...

Queda sobreentendido que si no se le pasa pronto lo mandamos a la verga, ¿cierto?

Mario Vela dijo...

bueno es interesante el hecho de que tu solo sepas porque te pasan las cosas..
al menos no le echaras la culpa al universo ni a nada parecido

de alguna manera te entiendo en el hecho de estar lejos de ser simpatico.



saludos

Eric Uribares dijo...

Ese Bob, le propongo que agregue a su novela el personaje de la Chica de la engrapadora, los postulados que esconden la negación de las grapas, no así de la engrapadora, son un gran reflejo de nuestra generación¡¡¡

O.M.A.R. dijo...

No, gracias...

Admiro tu verborrea, o verborragia, en el mejor de los sentidos.
Demasiada información, literalmente.

Poala dijo...

“Pero también es cierto que hoy día todos salimos timados de algún modo.” Ha ha cierto
“Desconfío de cualquiera con demasiada autoestima.” Doble ha ha doble cierto.
Tu post esta lleno de citas citables para la vida diaria.
Yo digo que empieces un negocio de mensajes alternativos para galletas de la fortuna.
Una vez una amiga reto a varios amigos a que no podían pasar 17 días sin masturbarse, creo que solo uno pudo.

Defeña Salerosa dijo...

Concuerdo con Lear, le hace falta sexo a la novela. Casualmente en un post de extraño desvarío, Lear menciona su odio al olor de las maruchan, ¿gran casualidad o ha estado mucho tiempo contigo?

En fin, cuadno hablas del nerviosismo ante un ídolo, me vinieron a la mente grandes recuerdos de situaciones donde me encotraba con gente que admiro y sentía que hablaba como idiota. Yo no tenía amigos ahí q me dijeran si mi pregunta había sido buena. Una en particular fué cuando le pregunté a Paco Iganacio Taibo II qué opinaba de la generación de apáticos (parecidos al chico de la pareja de tu novela) a la que pertenezco, sí podría decirnos zombies vivientes. Tampoco recuerdo con claridad su respuesta, eso fué hace diez años.

Tampoco confío en la gente con demasiada autoestima.

Claudia Isabel Palacios Trejo dijo...

Pero no,claro que hay esperanza eres todo un collage de emociones je.Y si es cierto que la vida es un carrusel je, de la intranquilidad general pasaras nuevamente a la euforia, lo cual es la onda. Ha ha ojalá encuentres el valor, ya sea el ético o el agregado o el de televisa.El que sea que busques. Besos. chaus.

Octopus Queque dijo...

Todos estos días son bien difíciles. No sé, es como raro, pero supongo que debería insertar una frase lugar común que reza más o menos como "pero ahí vamos". No sé a dónde, pero ahí vamos.
Me gustó harto la idea de tu novela, esas relaciones enfermizas que se cortan y regresan son buenas... whatever it means. jaja.

Yo tampoco pude ir a la inauguración, pero sí te escuche en la radio :) Y me dije Oh! Qué emoción! :D

Saluditos Bob :)